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((**Es4.304**) llamada el Cottolengo. El piadoso Instituto se levantaba a poca distancia del polvorín; algunos de sus edificios distaban solamente de ochenta a cien metros. En consecuencia la terrible explosión derribó tejados, paredes y cielos rasos. Muebles, armarios y cómodas quedaron desbaratados. Enseres de todo orden saltaron por los aires con gran estrépito. Puertas y ventanas fueron arrancadas de cuajo. Por todas partes llovían vigas, trozos de madera y de hierro, piedras, ladrillos y escombros de todo género. Pero, en medio de tanta ruina, en medio de una lluvia de mortales proyectiles, en medio de ((**It4.393**)) tan grandes peligros, ni uno solo, de los mil trescientos asilados en el Instituto, fue herido. Allí había enfermos, ciegos, tullidos, locos, niños y ni uno solo sufrió el menor golpe o rasguño. Muchos vieron pasar la muerte antes sus ojos; viéronla blandir la terrible guadaña sobre su cabeza; mas sin tocar a ninguno. Sobre el lecho donde yacía un enfermo, rompíase un trozo de cielo raso, que caía a los pies o a los lados. Estaba a punto de derribarse en otra parte la pared, mas se quedó como suspendida en el aire, dando tiempo para apartar la cama con su enfermo. En los dormitorios de los niños se hundió el tejado, cayeron muchísimas tejas, pero ni una sobre las camitas y las cunas de los inocentes. La enfermería de las muchachas subnormales tenía más de veinte camas y hacía tres años que nunca había estado vacía, sobre todo antes del mediodía. Pues bien, aquella mañana, como sí presintieran lo que iba a suceder, todas se habían levantado y se habían reunido en la habitación contigua. Mientras tanto tuvo lugar la explosión y cayó sobre aquella enfermería una larga y gruesa viga que rompió el techo y fue a parar en mitad de la habitación, arrastrando tras de sí la mayor parte del cielo raso y destrozando hasta las camas de hierro. Pero las camas estaban vacías. Hubo unos hechos inexplicables y consoladores, que demuestran la visible protección de la Virgen, y que se refieren a sus imágenes. Por todas las habitaciones se veían alacenas, armarios caídos por tierra y puertas desgajadas de los muros con el violento estallido: sin embargo, en todas se veía colgado todavía de la pared el cuadro de la Virgen. En la enfermería, llamada de Santa Teresa, había una estatua de María dentro de una campana de cristal a la altura de dos metros: campana y estatua cayeron sobre el pavimento, ((**It4.394**)) pero quedaron totalmente intactas. Las ventanas del largo dormitorio de los huérfanos, que daban hacia el polvorín, estaban tapiadas con ladrillos. Llegó la catástrofe, aquellos muretes se cayeron, salvo dos en los que colgaba el cuadro de María Santísima. En un corredor subterráneo, que une una parte de la casa con la otra, había, a la altura de (**Es4.304**))
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