((**Es4.296**)
como vulgarmente se dice, meter un pie en dos
zapatos. Un día de fiesta, por la mañana,
aparecieron según su costumbre y él los reunió en
su comedorcito. Le habían regalado una campana de
mano para que, al tocarla en el patio, acudieran
todos los muchachos a misa. Don Bosco calculó que
había un segundo fin en la intención del regalo
por parte de algunos de ellos. Sin embargo comenzó
dándoles las gracias, pero terminó diciéndoles
francamente y con calma:
-No estoy contento de vosotros: el que se
quiera ir, váyase; el que no quiera venir más por
aquí, quédese donde más le guste. Yo me formaré
nuevos catequistas. He empezado otras veces desde
el principio y también hoy estoy dispuesto a
comenzar.
Dicho esto, les miró fijamente con cara
sonriente y se retiró.
Aquéllos, mal aconsejados, volvieron todavía al
domingo siguiente: se acercaron a don Bosco, sin
darle ninguna señal de afecto, después
desaparecieron y no se dejaron ver más en el
Oratorio de San Francisco de Sales.
En el de San Martín merendaban pollo,
salchichón, dulces, fruta, vino y otros manjares.
Pero >>estaban verdaderamente contentos? Uno de
ellos se encontró un día con el compañero
Francesia y le dijo:
-Allí en San Martín estamos bien; pero nos
falta algo que nos hacía ir con más gusto al
Oratorio de Valdocco.
Este algo era don Bosco con su paternal
afabilidad y su cariño, totalmente desinteresado.
En efecto, aquellos jóvenes, pasados los
ímpetus de los primeros años, revivieron de tal
modo su afecto hacia don Bosco, que, vueltos a su
lado, fueron amigos suyos afectuosos y fieles
durante toda su vida. Don Bosco se lo
recompensaba. No había olvidado los servicios que
le habían prestado como catequistas a él y al
Oratorio; y olvidó los disgustos que le habían
proporcionado en un momento de apasionamiento. Así
que, recibía siempre con gran satisfacción a los
que, después de haber conseguido ((**It4.383**))
honrosos puestos en la sociedad, iban a visitarlo
o a pasar el día a su lado; colocó en su casa a
otros necesitados, y alguno obtuvo empleo y el
sueldo correspondiente en los talleres del
Oratorio, ya que, por su escaso valer para el
trabajo, no habría podido ganar lo necesario para
su propia familia.
Brosio, al ver que en aquellos momentos no era
posible una reconciliación, lleno de indignación,
rompió toda amistad con los innovadores. Y sigue
escribiendo:
<(**Es4.296**))
<Anterior: 4. 295><Siguiente: 4. 297>