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distinguidos, hijos de honorables familias, y de
respetables señores que iban al Oratorio para este
fin: y terminaba observando que ninguno de ellos
había pensado haber sido ofendido por él, y que
era imposible suponer que don Bosco concibiese la
loca idea de quererlos ofender injustamente y para
su propio perjuicio.
>>Pero aquel mozalbete, que juntamente con los
otros dos, había sido enviado por los adversarios
para imponer una reparación de honor, inflamado
por la ira y sin entender ni escuchar las razones
de don Bosco, profería palabras injuriosas y
vulgares contra él y contra todos los muchachos
del Oratorio, diciendo que don Bosco se había
pintado verdaderamente a sí mismo y a los suyos en
aquella circular, y que, por tanto, habían hecho
muy bien sus propios compañeros en alejarse de una
madriguera de semejante gentualla. El guante del
desafío había sido arrojado y yo lo recogí en
nombre de todos los muchachos que se habían
acercado y bramaban de cólera. Con los puños
cerrados avancé contra aquel mal nacido, pero don
Bosco me detuvo con la benevolencia de un padre
amantísimo, que sabía compadecer. Y tomando la
defensa de los hijos ultrajados, reconvino
severamente al insensato, llamándole pilluelo, y
amenazándole con echarlo del Oratorio. Visto el
panorama poco halagüeño, plegó alas y se retiró
con los otros dos; pero, poco tiempo más tarde, se
dio a conocer por lo que era; se juntó a compañías
tan escandalosas que, irreparablemente, perdió
entre los que lo conocían, aquel honor, del que se
vanagloriaba tan celosamente.>>
Los clérigos del Oratorio no tomaron parte
alguna en estos alborotos, y a don Bosco no le
gustaba hablar de ello. El clérigo Ascanio Savio
decía:
-Nunca oí a don Bosco hablar mal de ningún
enemigo suyo. A mí, que dejé escapar en una
ocasión una pequeña crítica, me hizo una pronta y
benévola corrección.
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