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Visitaron los Senadores las clases de
catecismo; asistieron al canto de Vísperas y a la
instrucción, recibieron juntamente con los
muchachos la bendición con el Santísimo
Sacramento. Quedaron edificados de su
comportamiento. Al salir de la capilla, quisieron
entretenerse todavía un poco en el patio con los
muchachos, preguntando a uno y a otro.
->>De qué trabajas?, preguntó a uno el conde
Sclopis.
-De zapatero.
->>Sabes decirme qué diferencia hay entre
zapatero y remendón?
-Remendón, respondió el muchacho bastante
instruido, es el que cose y remienda zapatos
viejos y rotos; zapatero es el que los hace
nuevos. Por ejemplo, los bonitos zapatos o botas
del señor están hechos por zapatero.
-Muy bien, dijo el conde, has respondido como
un maestro.
Don Bosco.- Sí, asiste asiduamente a nuestra
escuela nocturna.
Pallavicini.- >>Tienen también escuelas
nocturnas?
Don Bosco.- Sí, Señoría. Las empezamos el año
1844 para atender a los jóvenes que, por estar
todo el día ocupados en su trabajo, o por pasar ya
de la edad, no podían asistir a las escuelas
municipales. Dentro de una hora empiezan en estas
habitaciones de al lado.
Pallavicini.- >>Qué programas comprenden?
Don Bosco.- Los primeros elementos de lectura y
escritura, gramática, historia sagrada e historia
patria, geografía, aritmética y sistema métrico.
Hay también clase de dibujo y de francés; y se dan
lecciones de música vocal e instrumental.
Pallavicini.- >>Y quien le ayuda?
((**It4.25**)) Algunos
sacerdotes y seglares, que yo llamo mis
cooperadores. Esas personas caritativas me ayudan
no sólo en esto, sino también en otras
necesidades. Entre otras cosas, se encargan de
buscar un patrono honrado a los jóvenes, cuando no
tienen empleo, y de proveer de camisa, calzado y
ropa decente a los que no podrían ir al trabajo de
otro modo.
Collegno.- íExcelente! Estos son los
bienhechores de la humanidad, los beneméritos de
la patria.
-Don Bosco, concluyó entonces el conde Sclopis,
jefe de la comisión, no acostumbro a dudar, pero
le confieso, con toda la sinceridad del corazón,
en mi nombre y el de mis colegas, que salimos de
aquí completamente satisfechos, y como católicos,
como ciudadanos y senadores del Reino, aplaudimos
su obra y hacemos votos para que prospere y se
difunda.
Antes de partir, el conde Sclopis entregó a don
Bosco una limosna
(**Es4.29**))
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