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cuestión que, según decían, tenía que ver con
nuestro honor. Algunos de los más instruidos e
inteligentes sospecharon una celada y no
intervinieron. En efecto, se trataba, ni más ni
menos, de acusar a don Bosco de habernos insultado
y deshonrado públicamente tildándonos de
vagabundos y ladrones: Era una cuestión desleal,
con la que estaban seguros de sembrar el desorden,
y en parte lo alcanzaban, en una obra que
prosperaba en el nombre del Señor. Reunidos,
nosotros los catequistas, en una estancia de la
planta baja del Oratorio, don Rodrigo sacó y leyó
la circular escrita e impresa por don Bosco para
la tómbola. Acabada la lectura llamó nuestra
atención sobre este párrafo: <>. La mayor parte
de los catequistas eran jóvenes honrados,
pertenecientes a buenas y hasta acomodadas
familias de obreros y comerciantes, y otros de su
misma condición frecuentaban el Oratorio. Como es
evidente, la carta-circular no mencionaba a éstos,
puesto que no era ése su fin. Pero, terminaba el
orador: -íA vosotros, a vosotros precisamente
alude don Bosco y es una infame injuria de la que
hemos de pedirle reparación!
>>Cuando él acabó, estalló una violenta
agitación entre aquellos muchachos irreflexivos.
Yo pedí la palabra y se hizo el silencio en la
sala. Para conocer y deshacer las tramas de
aquellas cabezas calenturientas, era preciso no
mostrarse su enemigo; así que empecé a hablar en
los siguientes términos:
>>-Compañeros, ninguno de vosotros podrá
acusarme de tener nuestro honor en menos de lo que
cada uno de vosotros lo tiene. Sin embargo, para
no aventurarnos a una prematura resolución, yo
aconsejaría que ((**It4.371**))
pensáramos nosotros mismos ahora, lo que debe
hacerse. Si don Bosco, reconocido el error, se
inclinara ante nuestros deseos, queda terminada
toda cuestión; si, por el contrario, rechazara
retractarse, será inevitable en tal caso actuar, y
yo pretendo daros ejemplo de hombre que sabe el
respeto que a sí mismo y a la propia familia se
debe; vosotros me veréis defender, el primero, lo
que más nos interesa: el aprecio de nuestros
conciudadanos. Pero, antes de llegar a este
extremo, examinemos con calma si las frases de
(**Es4.287**))
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