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CAPITULO XXXII
UNA ESPINA PARA DON BOSCO -LA PASION CIEGA EL
ENTENDIMIENTO -PRUDEN TE OBSERVACION DEL TEOLOGO
LEONARDO MURIALDO -CARTA DE DON JOSE CAFASSO A DON
PEDRO PONTE -ASAMBLEA PERVERSA Y TEMPESTUOSA
-DESERCION Y GUERRA DECLARADA -INSULTOS, FIRMEZA Y
PACIENCIA
A la par que organizaba don Bosco la tómbola, con
su rostro siempre sonriente, disimulaba una aguda
espina, la cual no tenía fuerzas para disminuir la
energía de su acción. Ya hemos expuesto los
malentendidos que, a fines de 1851, empezaron a
dividir los ánimos de algunos de los que se
interesaban por los Oratorios festivos. Había
entre ellos personas que parecían contrarias a la
buena marcha del Oratorio de Valdocco, porque don
Bosco no tenía en cuenta sus pretensiones. Iban a
porfía esparciendo cizaña entre los muchachos que
acudían a él, sin perder ocasión de hallar
pretextos para la maledicencia. Sobresalía uno,
cuyo verdadero nombre, respetaremos apodándole don
Rodrigo. Hubo quien le prestaba oídos, porque
<> 1.
((**It4.367**)) Alguno
se preguntará: >>Y por qué don Bosco se había
asociado tales colaboradores? Porque eran buenos y
celosos; solamente que la pasión velaba su
inteligencia y ya no razonaban. Pero >>no eran
testigos de las muchas virtudes que adornaban a
don Bosco? Aunque las hubieran conocido, no podían
apreciarlas en el estado de ánimo en que se
encontraban. Por lo demás, estaban con don Bosco
solamente en los días festivos, ocupados en sus
catecismos y en medio del alboroto de toda una
turba de muchachos, de modo que no tenían tiempo
para estudiarle ponderadamente. Además, don Bosco
era tan sencillo en sus palabras, en sus acciones,
hasta en sus hechos más extraordinarios, daba tan
poca importancia a cuanto
1 Prov. XXVI, 22.
(**Es4.284**))
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