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-Nunca me sucedió esto en las salas del Rey.
Y el marqués añadió a su vez:
-Y a mí nunca me cayó un sombrero en las
narices.
De allí, pasaron los tres Senadores a la
cocina. La buena Margarita estaba en aquel momento
colocando en su sitio ollas y platos.
-Esta es mi madre, dijo don Bosco, y la madre
de nuestros huerfanitos.
Sclopis.- A lo que parece, usted hace también
de cocinera: >>es verdad, madre?
Margarita.- Hacemos un poco de todo para ganar
el Paraíso.
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Sclopis.- >>Qué platos hace usted a los muchachos?
Margarita.- Pan y menestra, menestra y pan.
Sclopis.- >>Y para su don Bosco?
Margarita.- Se cuentan pronto; uno solo.
Sclopis.- Es demasiado poco uno solo; pero, al
menos, se lo hará usted muy bueno...
Margarita.- Bonísimo. Piense que come casi
siempre el mismo, al mediodía y a la noche, del
domingo al jueves.
A estas palabras, los tres señores rieron de
buena gana.
Sclopis.- >>Y por qué hasta el jueves, y no de
domingo a domingo?
Margarita.- Porque los viernes y sábados son
días de abstinencia, y le hago un plato de
vigilia.
Sclopis.- Entendido. Se ve que es usted una
cocinera económica. Pero creo que, en los tiempos
que corremos, su método de cocina no progresará
mucho en el mundo.
Pallavicini.- >>Y no tiene nadie que le eche
una mano?
Margarita.- Helo ahí, dijo sonriendo y
señalando con el dedo a don Bosco.
Sclopis.- Me congratulo con usted, don Bosco.
No dudaba que usted era un buen educador de la
juventud y un hábil escritor; pero ignoraba
entendiese también de gastronomía.
Don Bosco.- Me gustaría me viera sobre la
marcha, y particularmente cuando hago la polenta.
Todos se echaron a reír, saludaron a la buena
mujer y salieron de la cocina.
Como ya era hora de terminar el recreo, don
Bosco mandó dar la señal, y los tres señores se
encontraron con una ((**It4.24**)) nueva
sorpresa. La de la rapidez con que los muchachos
dejaron todo juego y diversión y se pusieron en
filas para entrar ordenadamente en la
iglesia.(**Es4.28**))
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