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el panegírico. Cuando era posible, se daba a besar
la reliquia. Este medio, unido a muchos otros,
hacía crecer cada vez más el fervor y la devoción.
El dormitorio era una especie de santuario. En
cada uno, como más tarde en los salones de
estudio, prescribió don Bosco que hubiera una
pileta con agua bendita. Había también un
altarcito con la estatua de la Virgen y el
crucifijo. Durante el mes de mayo se recitaba cada
día, antes de acostarse, una corta oración ante la
imagen de María, adornada con tapices y luces.
Estas costumbres se fueron reduciendo por culpa de
los muchos clavos que se empleaban, pero duraron
bastante tiempo. A veces las fiestas del titular
del dormitorio daban lugar a una bonita velada que
se celebraba en él y a la que asistía el mismo don
Bosco. Hemos encontrado y guardamos algunos
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compuestos y recitados varios años por los jóvenes
estudiantes del dormitorio de San Agustín, en
honor del gran Obispo de Hipona y dedicados a don
Bosco, a don Víctor Alasonatti y a Juan Berruto
uno de sus priostes.
Para mantener el orden general, entendió don
Bosco que era importante hubiese en la casa
permanentemente un representante de su autoridad;
por eso, cuando él debía salir de Turín durante
unos días, invitaba, como lo había hecho durante
el año transcurrido, también en el año 1852, al
sacerdote Grassino a habitar en Valdocco.
Su celo y su prudencia le sugerían esas
disposiciones, mientras su
caridad con los muchachos aparecía hasta en las
cartas que escribía a los que se los recomendaban.
El reverendo don Francisco Puecher, del
Instituto de la Caridad, le escribía desde Stresa
una carta augurándole las bendiciones de Dios para
su tómbola, le saludaba juntamente con el teólogo
Gastaldi y, en nombre del abate Rosmini, le
recomendaba un jovencito cuya cuota mensual estaba
éste dispuesto a pagar. Respondía don Bosco el 16
febrero de 1852:
<>.
Y más tarde escribía al reverendo P. Gilardi:
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