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6. Por la mañana, a la señal de levantarse,
todos se vestirán con la máxima modestia y
guardando riguroso silencio.
7. Está severamente prohibido vender o comprar
cualquier objeto o guardar dinero consigo. Quien
lo tuviese, debe consignarlo al Prefecto, que lo
guardará y suministrará en caso de necesidad.
8. Está terminantemente prohibido escribir en
las paredes de la casa, clavar clavos o hacer
agujeros con cualquier pretexto.
9. Se recomienda la caridad fraterna y, por
tanto, soportar
pacientemente los defectos de los compañeros y no
despreciarlos ni ofenderlos.
10. Está rigurosamente prohibido todo acto
inconveniente y toda suerte de conversaciones
malas.
11. Bendiga el Señor a quien observare estas
normas. Recuerden todos que el que empieza a vivir
como buen cristiano en la juventud, llevará una
buena vida hasta la vejez y Dios le guardará hasta
aquella edad.
N. B. Este reglamento será leído en alta voz el
primer domingo de cada mes a todos los del
dormitorio.
JUAN BOSCO, Pbro.
El reglamento, en el que los jóvenes eran
llamados hijos de casa en el primer original, fue
modificándose y reduciéndose poco a poco hasta la
forma expuesta.
((**It4.339**)) En
aquellos tiempos memorables gozaban los muchachos
de mucha libertad, ya que vivían como en familia.
Pero, a medida que surgía una necesidad o nacía un
desorden, iba don Bosco restringiéndola
gradualmente con nuevas y oportunas normas. Los
muchachos reconocían la necesidad de las nuevas
disposiciones y se sometían con gusto a ellas,
pero se encaraban con aquéllos, cuyas faltas las
motivaban. De esta forma, una tras otra, a
intervalos, fueron estableciéndose las normas
disciplinares que hoy forman el reglamento de las
casas salesianas.
Cada dormitorio tenía un santo titular y
patrono, cuyo nombre estaba escrito sobre le
dintel de la puerta. Los muchachos pertenecientes
a él celebraban cada año su fiesta: recibían todos
ellos los santos sacramentos y, con el permiso
correspondiente, adornaban con colgaduras y luces
la imagen del Santo, le cantaban himnos y
recitaban oraciones ante ella. Elegían una hora
del día o de la noche que no interrumpiese el
horario general e invitaban a los Superiores.
Presidía el prioste por ellos elegido y uno de
ellos o un clérigo hacía
(**Es4.263**))
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