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tristeza, que muchos de los dedicados al ejercicio
de las artes e industrias ciudadanas, empleaban
los días festivos para gastar en el juego y en
desordenadas diversiones los escasos dineros
ganados durante la semana, y deseosos de remediar
un mal que puede acarrear funestas consecuencias,
determinaron abrir una casa para reuniones
dominicales, en las que unos y otros pudieran
tener comodidad para cumplir con los deberes
religiosos, y a la vez recibir instrucción,
dirección y consejo para organizar cristiana y
honestamente la vida. Por eso se instituyó un
Oratorio dedicado a San Francisco de Sales con los
medios que suministró la caridad de personas
generosas, que suelen contribuir en todo lo que se
refiere al bien público; se proveyó de cuanto era
necesario para la celebración de las funciones
religiosas, y para dar a los muchachos una
educación moral y cívica; se adoptaron juegos a
propósito para el desarrollo de las facultades
físicas y para distraer honestamente el espíritu,
y así se logró que sus reuniones en aquel lugar
fueran útiles y agradables.
Difícil resulta decir el éxito que obtuvo al
invitar a los muchachos sin hacer más propaganda
que la requerida entre familiares para acudir los
días festivos al Oratorio; lo que animó a agrandar
el recinto y a introducir, con el andar del
tiempo, ((**It4.331**)) las
mejoras que la caridad ingeniosa y prudente pudo
sugerir; empezóse después a enseñar, primero los
domingos y luego por las tardes de la estación
invernal, a leer, escribir, elementos de
aritmética y de italiano, y se puso una clase
especial para enseñar a los muchachos que lo
deseaban el empleo de las medidas legales, de las
que, dado que la mayor parte de ellos son
artesanos, sentían gran necesidad.
Durante dos lustros se han dedicado asiduamente
y han consagrado sus días celosos sacerdotes y
seglares a infundir en sus corazones amor a los
padres, afecto fraterno, respeto a la autoridad,
agradecimiento a los bienhechores, entusiasmo por
el trabajo y más que nada, a instruir su mente con
doctrinas católicas y morales, apartarlos de la
mala vida, infundirles un santo temor de Dios y
acostumbrarles, poco a poco, a la observancia de
los mandamientos religiosos. Así, mientras hay
quien laudablemente se ocupa en la difusión de
medios científicos, para el progreso de las artes
y de las industrias y para educar a los jóvenes
pudientes en escuelas y colegios, en el modesto
Oratorio de San Franciso de Sales se reparte
ampliamente la instrucción religiosa y civil a los
que, aunque menos favorecidos por la fortuna,
tienen también ganas y deseos de ser útiles a sí
mismos, a sus familias y a la patria.
Pero, reconociendo que, dado el número siempre
creciente de
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