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unos pocos días de enfermedad. Ruegue V. R. por mí
y haga rogar a los muchachos. Salude a todos los
sacerdotes de los Oratorios y con la consoladora
esperanza de recibir dentro de poco más noticias
sobre la marcha de los mismos, por bondad de V.
R., me declaro, con todo respeto y con la más
sentida efusión del corazón,
De V. S. carísima,
Roma, 4 de
noviembre de 1851
S. S. S. y
siempre afectísimo amigo
PEDRO PONTE,
Pbro.
Mientras tanto, don Bosco había experimentado
una gran satisfacción con la encíclica del 21 de
noviembre, por medio de la cual había concedido el
Papa un jubileo: y con esto se preparó para una
alegría todavía mayor.
El 8 de diciembre de aquel mismo año 1851 se
cumplía el primer decenio del comienzo del
Oratorio, y el domingo anterior lo recordó don
Bosco a los muchachos con ((**It4.318**))
cariñosas palabras. El habría querido celebrar el
décimo aniversario de su institución con singular
solemnidad; pero, como no tenía aún a punto la
iglesia nueva, se limitó a enfervorizar a sus
alumnos par dar gracias juntamente con él a la
Inmaculada Concepción por la maternal
benevolencia, con la que hasta el presente les
había rodeado y protegido, y contarles muy por
encima las mayores gracias recibidas durante aquel
tiempo; recomendó que, como manifestación de su
filial agradecimiento, se acercasen aquel día a
recibir los santos sacramentos en honor de María.
Todos condescendieron; y, bajo el manto de la
Reina celestial, comenzaba el segundo decenio.
Puede llamarse el primero, período de nacimiento e
infancia, el segundo, de crecimiento y
adolescencia. Pero el primero terminaba con un
hecho que se puede decir marca una fecha. Escribía
así el profesor Rayneri el 1898, en su homenaje a
don Bosco:
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