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((**Es4.244**) que decía no poder sufrir. Don Bosco recomendó entonces al teólogo Rossi el Oratorio de San Luis. El teólogo Borel se apresuró a responder a don Pedro Ponte para no ofender su susceptibilidad, y de su carta se deducen algunas explicaciones de las discordias nacidas. Muy querido y Reverendo Señor Don Pedro Ponte: Cada vez nos preocupa más el bien de los Oratorios; por eso entendemos que la unión entre los miembros, de cualquier orden que ellos sean, es el mejor consejo, porque así tendremos a Dios con nosotros. Por tanto estemos todos de acuerdo, con la ayuda Divina, para promover esta unión tan deseada, ya sea estrechando cada vez más entre nosotros este espíritu, ya sea quitando todo lo que a ello se oponga. Entre otras cosas no dudamos de que es un notable perjuicio para la unión, el retener y reservarse la propiedad y el uso de las cosas que se han adquirido para beneficio de un Oratorio, excluyendo a los otros Oratorios de su empleo; como también el que, en un mismo Oratorio, pueda un miembro servirse de los objetos allí existentes para uso del Oratorio, excluyendo a los otros miembros, en su ausencia. Estamos todos de acuerdo en pensar y querer que todo Oratorio, en la persona de su director, tenga como hechas para los tres las ofrendas por él recibidas, tocando a nosotros, en tal caso, informar a las personas bienhechoras del espíritu que nos rige y de las fundaciones del Oratorio. A esta determinación nos ha conducido el contenido de la carta de V. R. y el hecho análogo subsiguiente. Por tanto, como puede suceder, dada ((**It4.314**)) nuestra escasez de aparejos, que en una fiesta determinada falte algo en el Oratorio, será bueno que los otros concurran, como estamos acostumbrados a hacer, con las personas y con el trabajo, y se avenga a que alguno de nosotros crea oportuno prestar algo suyo o tomar de los otros lo que convenga; además de quedar muy reconocidos, es nuestra intención que se lo devuelva y lleve a su casa cuanto antes, como hasta ahora se ha hecho: tenemos un ejemplo de ello en el nacimiento, que fue prestado generosamente varias veces por el Oratorio de San Luis. No hemos de temer por esto que cese la asistencia divina a los Oratorios. Por el contrario, son de esperar mayores bendiciones. Cada uno de los miembros aumenta su caridad, ensancha el camino para hacer mayor bien a la juventud, estaría por decir que se introduce más dentro en la comunión de los santos, que se libra de todo lo que sabe a propiedad, o a propia voluntad, para adentrarse en el espíritu puro de caridad sin ser estorbado por particulares miramientos. (**Es4.244**))
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