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que decía no poder sufrir. Don Bosco recomendó
entonces al teólogo Rossi el Oratorio de San Luis.
El teólogo Borel se apresuró a responder a don
Pedro Ponte para no ofender su susceptibilidad, y
de su carta se deducen algunas explicaciones de
las discordias nacidas.
Muy querido y Reverendo Señor Don Pedro Ponte:
Cada vez nos preocupa más el bien de los
Oratorios; por eso entendemos que la unión entre
los miembros, de cualquier orden que ellos sean,
es el mejor consejo, porque así tendremos a Dios
con nosotros. Por tanto estemos todos de acuerdo,
con la ayuda Divina, para promover esta unión tan
deseada, ya sea estrechando cada vez más entre
nosotros este espíritu, ya sea quitando todo lo
que a ello se oponga. Entre otras cosas no dudamos
de que es un notable perjuicio para la unión, el
retener y reservarse la propiedad y el uso de las
cosas que se han adquirido para beneficio de un
Oratorio, excluyendo a los otros Oratorios de su
empleo; como también el que, en un mismo Oratorio,
pueda un miembro servirse de los objetos allí
existentes para uso del Oratorio, excluyendo a los
otros miembros, en su ausencia. Estamos todos de
acuerdo en pensar y querer que todo Oratorio, en
la persona de su director, tenga como hechas para
los tres las ofrendas por él recibidas, tocando a
nosotros, en tal caso, informar a las personas
bienhechoras del espíritu que nos rige y de las
fundaciones del Oratorio. A esta determinación nos
ha conducido el contenido de la carta de V. R. y
el hecho análogo subsiguiente. Por tanto, como
puede suceder, dada ((**It4.314**)) nuestra
escasez de aparejos, que en una fiesta determinada
falte algo en el Oratorio, será bueno que los
otros concurran, como estamos acostumbrados a
hacer, con las personas y con el trabajo, y se
avenga a que alguno de nosotros crea oportuno
prestar algo suyo o tomar de los otros lo que
convenga; además de quedar muy reconocidos, es
nuestra intención que se lo devuelva y lleve a su
casa cuanto antes, como hasta ahora se ha hecho:
tenemos un ejemplo de ello en el nacimiento, que
fue prestado generosamente varias veces por el
Oratorio de San Luis.
No hemos de temer por esto que cese la
asistencia divina a los Oratorios. Por el
contrario, son de esperar mayores bendiciones.
Cada uno de los miembros aumenta su caridad,
ensancha el camino para hacer mayor bien a la
juventud, estaría por decir que se introduce más
dentro en la comunión de los santos, que se libra
de todo lo que sabe a propiedad, o a propia
voluntad, para adentrarse en el espíritu puro de
caridad sin ser estorbado por particulares
miramientos.
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