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éste confesado nunca en la iglesia indicada, yo
creo que don Bosco conoció el interior del
muchacho por luz sobrenatural. Era tan corriente
la opinión de que don Bosco leía los ((**It4.307**)) pecados
en la frente, que algunos buscaban curiosos modos
para tapársela, a fin de que no pudiera leérselos.
>>Me contó mi hermano Angel, que, una vez don
Bosco, al levantarse por la mañana, escribió
algunos papelitos para varios muchachos del
Oratorio, entre los cuales uno para mi hermano. Yo
le pregunté: ->>Te ha adivinado tus defectos? Y me
respondió que sí. Por la forma con que me habló se
veía que se trataba de defectos ocultos, y que no
se podían conocer nada más que por una luz
sobrenatural>>.
En don Bosco no había ficción ni respeto
humano, y lo que decía era movido por un sagrado
deber, tanto mayor, cuanto más misericordiosos
eran los designios de Dios. Y los jóvenes estaban
seguros de él, al ver que todos sus actos, todas
sus palabras, estaban inspiradas por un celo
tranquilo, prudente, sereno. Además, el don de las
lágrimas, era una prueba evidente de la gran unión
que tenía con Dios y del tiemo amor que le
profesaba. Vertía dulces lágrimas, a veces,
durante la celebración de la santa misa, otras,
mientras administraba la santa comunión, y hasta,
simplemente, al bendecir al pueblo después del
santo sacrificio. Cuando hablaba por la noche a
los jóvenes y en las conferencias a los
coadjutores, o al dar sus breves y eficaces
recuerdos al fin de los ejercicios espirituales y
referirse al pecado, al escándalo, a la modestia,
a la escasa o nula correspondencia de los hombres
al amor de Jesucristo, o al temor de que alguno de
los suyos hubiera de perderse para siempre, muy a
menudo se conmovía y se ahogaba su palabra con el
llanto hasta excitarlo en sus oyentes. A veces, en
medio de las lágrimas, los buenos muchachos vieron
radiante su rostro, según nos lo aseguraba don
Juan Bonetti. Monseñor Cagliero escribió:
<((**It4.308**)) la
esperanza del paraíso, yo le vi muchas veces, y lo
vieron mis compañeros, derramar lágrimas de amor,
de dolor, de alegría, y de un santo arrobamiento
cuando hablaba de la Santísima Virgen, de su
bondad y de su inmaculada pureza>>.
Esto sucedía a menudo cuando predicaba en las
iglesias públicas. Don Félix Reviglio le vio
derramar lágrimas en el santuario de Nuestra
Señora de la Consolación, predicando sobre el
juicio universal, al describir la separación de
los condenados y los elegidos.
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