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((**Es4.239**) éste confesado nunca en la iglesia indicada, yo creo que don Bosco conoció el interior del muchacho por luz sobrenatural. Era tan corriente la opinión de que don Bosco leía los ((**It4.307**)) pecados en la frente, que algunos buscaban curiosos modos para tapársela, a fin de que no pudiera leérselos. >>Me contó mi hermano Angel, que, una vez don Bosco, al levantarse por la mañana, escribió algunos papelitos para varios muchachos del Oratorio, entre los cuales uno para mi hermano. Yo le pregunté: ->>Te ha adivinado tus defectos? Y me respondió que sí. Por la forma con que me habló se veía que se trataba de defectos ocultos, y que no se podían conocer nada más que por una luz sobrenatural>>. En don Bosco no había ficción ni respeto humano, y lo que decía era movido por un sagrado deber, tanto mayor, cuanto más misericordiosos eran los designios de Dios. Y los jóvenes estaban seguros de él, al ver que todos sus actos, todas sus palabras, estaban inspiradas por un celo tranquilo, prudente, sereno. Además, el don de las lágrimas, era una prueba evidente de la gran unión que tenía con Dios y del tiemo amor que le profesaba. Vertía dulces lágrimas, a veces, durante la celebración de la santa misa, otras, mientras administraba la santa comunión, y hasta, simplemente, al bendecir al pueblo después del santo sacrificio. Cuando hablaba por la noche a los jóvenes y en las conferencias a los coadjutores, o al dar sus breves y eficaces recuerdos al fin de los ejercicios espirituales y referirse al pecado, al escándalo, a la modestia, a la escasa o nula correspondencia de los hombres al amor de Jesucristo, o al temor de que alguno de los suyos hubiera de perderse para siempre, muy a menudo se conmovía y se ahogaba su palabra con el llanto hasta excitarlo en sus oyentes. A veces, en medio de las lágrimas, los buenos muchachos vieron radiante su rostro, según nos lo aseguraba don Juan Bonetti. Monseñor Cagliero escribió: <((**It4.308**)) la esperanza del paraíso, yo le vi muchas veces, y lo vieron mis compañeros, derramar lágrimas de amor, de dolor, de alegría, y de un santo arrobamiento cuando hablaba de la Santísima Virgen, de su bondad y de su inmaculada pureza>>. Esto sucedía a menudo cuando predicaba en las iglesias públicas. Don Félix Reviglio le vio derramar lágrimas en el santuario de Nuestra Señora de la Consolación, predicando sobre el juicio universal, al describir la separación de los condenados y los elegidos. (**Es4.239**))
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