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estaba adornado de espíritu profético, del
conocimiento de los corazones y de lo más oculto y
secreto, del don de lágrimas, curaciones y
milagros.
Don Ascanio Savio, que vivió en el Oratorio de
1848 a 1852, y el sacerdote Vacchetta, su
compañero, nos aseguraron que, desde los primeros
tiempos de la casa, don Bosco anunciaba que Dios
bendeciría sus planes y sus obras, y les hablaba
del Oratorio que ellos verían crecer de un modo
maravilloso.
Don Juan Turchi, que llegó al internado en
1851, nos confirmaba que ya entonces hablaba don
Bosco de una casa amplia, con grandes talleres y
especialmente con una imprenta propia, para
promover la gloria de Dios difundiendo buenos
libros, destinados a propagar y conservar la
religión y la virtud entre la juventud y a
oponerse a los errores de los protestantes y a la
excesiva abundancia de libros malos.
((**It4.302**)) Oímos
al señor Juan Villa, el cual empezó a asistir al
Oratorio como externo en 1855, que también él vio
confirmadas estas profecías por muchos de sus
compañeros, que iban a las reuniones dominicales
de Valdocco desde hacía varios años antes, y que
habían sido testigos de las mismas. Y aún otros
añadieron: <>.
Y una prueba que aducían, era la de las
predicciones de sucesos próximos, que habían visto
con sus propios ojos.
Cuenta don Miguel Rúa:
<>-Dentro de quince días, o bien, dentro de un
mes, uno de la Compañía será llamado a la
eternidad; puedo ser yo, puede ser uno de
vosotros. íEstemos preparados!
>>Un saludable temor mantenía atentos a los
muchachos para ver si el anuncio se cumplía. En la
época de las predicciones, aquéllos a
(**Es4.235**))
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