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del domingo anterior a la solemnidad, se animaba a
los muchachos a recibir los sacramentos de la
confesión y comunión. Y no se omitía jamás la
advertencia de que podían ganar en aquellos días
indulgencia plenaria. Estas disposiciones quedaron
después registradas en el Reglamento de los
Oratorios festivos. Junto a la Compañía de San
Luis seguía prosperando la Sociedad de Socorros
Mutuos, cuya junta y los miembros más distinguidos
eran invitados a comer por don Bosco una vez al
año.
Don Bosco solía reunir en su habitación a los
más fieles y distinguidos por su bondad, para
instruirles particularmente sobre la marcha de la
Casa y del Oratorio y sobre la manera de realizar
una vigilancia fraterna. Don Bosco los educaba de
acuerdo con su fin, a base de ejemplos de San
Luis, y les decía:
-Recordad que San Luis pasaba horas enteras
ante el Santísimo Sacramento.
-Quería más que a los otros, a los compañeros
que le despreciaban.
-Cuando aún era seglar, iba a la iglesia a
enseñar el catecismo a los ignorantes, corregía
sus costumbres y buscaba cómo separarlos en sus
riñas y discordias.
-San Luis, cuando enseñaba a los pobrecitos en
Roma, les acompañaba a algún confesor para que les
absolviera de sus culpas y les pusiera en gracia
de Dios.
-Cuando nosotros no podemos enseñar el
catecismo a los niños pobres, llevémosles a otros
para que se lo enseñen. Cuántas almas podremos
apartar de este modo del camino de la perdición
para ponerlas en aquél que las ((**It4.301**))
conducirá a la salvación. Y entonces cuántas
gracias nos obtendrá San Luis de Dios.
No es para decir lo eficaces que resultaban las
palabras de don Bosco, lo mismo para la santidad
de su vida, que para la persuasión de que él
realizaba cosas maravillosas. Y era natural, según
dice San Pablo: El que se une al Señor, se hace un
solo espíritu con El 1. Por consiguiente, no hay
ninguna dificultad en admitir que puedan conocerse
ciertos secretos y ayudarse en ocasiones de su
omnipotencia.
En cuanto a don Bosco, es incontestable que
Dios quiso acompañar sus eximias virtudes con
dones sobrenaturales y gracias gratis datae (dadas
gratuitamente), las cuales, a la par que le
ayudaban enormemente para lograr la gloria de Dios
y la salvación de las almas, manifestaban a los
hombres su celeste misión. En efecto, él
1 1.¦ Corintios, VI, 17.
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