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médico Allora nos dijo después, a mí y a otros,
que en Chieri era tenido por los compañeros en
concepto de santo. El Vicario de Castelnuovo, don
Antonio Cinzano, me repetía al hablar de él:
<> Y,
aludiendo a su tenacidad en el bien y en las obras
emprendidas, solía decirme bromeando: -Don Bosco
fue siempre extravagante y testarudo como los
santos.
Apenas supo Cagliero la llegada de don Bosco,
corrió a I Becchi y, por el aspecto exterior
modesto y educado del buen sacerdote,
inmediatamente reconoció que estaba adornado de
todas las virtudes de que había oído hablar. De
vuelta a casa, invitó a un compañero, un tal Juan
Turchi, que ya tenía dieciséis años, para que
fuera él también. Y nos contaba Juan Turchi, hoy
caballero y profesor de literatura:
-<((**It4.287**)) tan
convencido de su ministerio y tan afable, a lo que
no estaba yo acostumbrado, que desde entonces
concebí de él una idea y una impresión
imborrables. Cuando luego vi el cariño con que nos
hablaba, a mí y a los otros muchachos, me quedé
entusiasmado con él. Me hizo un pequeño examen
sobre las materias que yo estudiaba y sobre la
elección de estado y terminó diciéndome:
>>-Yo conozco a tu padre y somos buenos amigos;
dile que venga mañana a hablar conmigo.
>>Mi padre fue y acordaron mi entrada en el
Oratorio para mediados de octubre.
>>Fui a estudiar a Valdocco y oí a mis
compañeros las cosas extraordinarias que don Bosco
hacía. Hube de constatar por mí mismo que la fama
de ello aumentaba de día en día; vi las escuelas
nocturnas que él dirigía, y, entre otros, a los
maestros teólogo Chiaves y un tal Geninatti. Los
muros de la nueva iglesia de San Francisco
llegaban a la altura de los ventanales, y lo mismo
yo que mis compañeros subíamos ladrillos hasta los
andamios. En las fiestas intervenían en las
funciones de iglesia muchísimos jóvenes externos,
y nos divertíamos la mar, con diversos juegos y
con los ejercicios militares que hacíamos con unos
fusiles de madera, regalados por el arsenal. Pero
lo que más me llamó la atención, al entrar en el
Oratorio, fue encontrarme con una piedad, de la
que no tenía idea, y he de asegurar que entonces
entendí qué quería decir confesarse. Había una
gran frecuencia
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