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((**Es4.218**) parte, y dirigirse aquí como a lugar seguro y reunirse, no solamente para encontrar en él refugio y defensa, sino también alimento para la vida temporal y eterna. íAh!, señores que me escucháis, prestaos con vuestra palabra y vuestras obras para que este árbol crezca pronto como un gigante, tienda sus ramas sobre toda la ciudad, y recoja bajo ellas a tantos pobres muchachos, que para vergüenza de la religión y baldón de la moral, se ven brincar en los días festivos por calles y plazas, con peligro de convertirse en deshonor de sí mismos, vergüenza de las familias, desconcierto y desolación de la sociedad civil. Vuestra caridad, señores, no podría jamás emplearse en una obra más ventajosa para la Iglesia y para el Estado; porque de la juventud, bien o mal educada, depende la vida o la muerte de las familias, de los reinos y del mundo. Por fin el buen Padre, dirigiéndose a Jesucristo, hizo una oración tan hermosa, que arrancó las lágrimas a muchos. -Y Vos, Dios mío, dijo, Vos, Salvador nuestro Jesucristo, simbolizado en la piedra que acabamos de colocar, íah!, con la virtud de vuestro omnipotente brazo proteged la obra de este Oratorio. Quizá puedan los impíos maldecirla: ((**It4.279**)) bendecidla Vos. Quizá la combatan: defendedla Vos. Quizá la odien: amadla Vos como a la pupila de vuestros ojos. Tiene todos los títulos para vuestro bien querer, puesto que su finalidad es recoger, instruir, educar, a los niños, que en vuestra vida mortal formaban la delicia de vuestro corazón y son y serán siempre el objeto de vuestras amorosas delicadezas, como corderillos de vuestro rebaño, como la flor más dintinguida del jardín de vuestra Iglesia. Sí, bajo vuestro amparo esta obra será imperecedera; más aún, su simiente, arrastrada por el viento de vuestra gracia, se esparcirá por todas partes y antes tendrán que derrumbarse las columnas que sostienen el firmamento que ella desaparezca de la tierra. Las palabras del elocuente religioso alcanzaron un efecto admirable, y al presente parecen como inspiradas por el mismo cielo, parecen proféticas, porque se cumplieron y siguen cumpliéndose maravillosamente. Después que el abate Antonio Moreno firmó la declaración que atestiguaba que la piedra había sido bendecida por él, tuvo lugar una graciosa fiesta. El clérigo Bellia leyó un discursito, algunos alumnos declamaron unas poesías y seis chavalines, de los más pequeños de los externos, recitaron un dialoguito, escrito por don Bosco, a la par que llevaban un ramo de flores para entregar al Alcalde. (**Es4.218**))
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