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en Lyon. La bendijo en su lugar el canónigo
Moreno, Administrador General; y la colocó en su
sitio el Comendador José Cotta, gran amigo de los
pobres e insigne bienhechor de las obras de don
Bosco. Se redactó el acta a propósito, cuya copia,
juntamente con monedas grandes y pequeñas,
medallas y otros recuerdos, se depositó dentro de
la misma piedra. El alcalde Bellono echó la
primera paletada de mortero.
El célebre padre Barrera de la Doctrina
Cristiana, conmovido al contemplar el gran
concurso de fieles y los muchos sacerdotes,
patricios y matronas turineses, que les hacían
corona, subióse a un montón de tierra, e improvisó
un estupendo discurso. Comenzó con estas palabras:
-Señores, la piedra que acaba de ser bendecida
y colocada en los cimientos de esta futura
iglesia, tiene dos grandes significados. Significa
el granito de mostaza, que crecerá hasta
convertirse en un árbol místico, bajo el cual
innumerables muchachos, como pájaros del aire,
vendrán a buscar refugio. Significa también que la
obra de los Oratorios, basada en el fe y en la
caridad de Jesucristo, será como un peñasco
inconmovible contra el que en vano lucharán los
enemigos de la religión y los espíritus de las
tinieblas.
Demostró el orador, a continuación, una y otra
proposición con tal elocuencia, que todo el
auditorio pendía estático de sus labios. Pero el
meollo del discurso fue una semejanza y una
plegaria. Comparó los tiempos con un huracán, que
amenaza devastar y arruinar la ciudad y los
pueblos.
->>Qué vemos nosotros, señores, en esta
peligrosa prueba?, preguntó el ilustre orador.
Vemos a los vivientes miedosos y temblorosos
buscando un refugio La gente se retira a sus
casas; las fieras del campo huyen a sus guaridas;
y los pájaros del cielo vuelan a su nido,
afortunados ((**It4.278**)) si lo
hicieron sobre un árbol sólido y seguro. Los
tiempos que corren son malos, malos sobre todo
para la pobre juventud. He aquí un árbol que
echará profundas raíces, y no cimbrará su copa al
soplo de los vientos. A la sombra de este árbol,
en el recinto de este sagrado edificio, se
reunirán millares de jóvenes para encontrar en él
refugio y defensa contra los errores, sembrados
hoy por hombres impíos y escritores mercenarios;
refugio y defensa contra las máximas destructoras
de toda idea de virtud y de moral; refugio y
defensa contra las saetas encendidas por las
ardientes pasiones juveniles, excitadas por los
malos ejemplos y los escándalos de todo tipo de
personas. Me parece contemplar bandadas de
jovencitos, como palomas espantadas, levantar el
vuelo por una y otra
(**Es4.217**))
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