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de cuarenta y seis años ((**It4.271**)) que he
conocido a don Bosco, nunca vi escatimar nada para
favorecer a los muchachos, que deseaba estuvieran
siempre alegres, y buscaba continuamente los
medios más a propósito para satisfacer sus deseos,
cuando éstos eran realizables y justos. Podría
contar más de un suceso.
>>Don Bosco nos aconsejaba también a nosotros,
los externos, que hiciéramos cada año los
ejercicios espirituales y, siempre que nuestras
ocupaciones nos lo permitieran, dedicáramos un día
al mes para ajustar los negocios de nuestra alma,
como hubiéramos deseado encontrarnos en punto de
muerte. Pues bien, tenía yo mucho gusto en ir a
San Ignacio, junto a Lanzo, para hacer los
ejercicios espirituales, y don Bosco me llevó con
él y me quiso por compañero de mesa, de recreo y
de paseo. Estábamos juntos casi siempre. A la hora
de comer y de cenar tenía miedo de que comiese y
bebiese poco y procuraba que mi ración de carne
fuese abundante. A lo mejor me decía por la noche:
-También hoy has comido poco. Eres joven. No hagas
padecer a tu estómago.
>>Después de los ejercicios, bajamos a Lanzo y
visitamos el pueblo y sus alrededores. Al llegar a
una hermosa colina, nos paramos a contemplar el
lugar. Don Bosco estuvo absorto unos momentos. Yo
le contemplaba y no sabía qué pensar de su
repentino cambio. Tras un largo silencio, me tomó
por la mano y exclamó: -íQué bien estaría aquí un
Oratorio y qué hermosa posición para un colegio!
íCatorce años después se elevaba allí su Colegio!
>>Al llegar a Turín me dijo: -Escucha, querido
Brosio; si tú estudiaras, podrías sacar el título
de maestro y podrías enseñar... Piensa que te
quiero mucho, como a un hijo, y te prometo que
mientras don Bosco tenga un trozo de pan lo
dividiré contigo.
>>Me repitió estas palabras muchas veces.
((**It4.272**)) Notaba
que su mente estaba fija en unas escuelas
elementales y un colegio, y finalmente un día le
dije:
>>-Pues bien, don Bosco, sí, estudiaré para
maestro.
>>Y estudié; pero me cansé pronto y seguí mi
profesión de comerciante, mas sin perder nada de
la familiar confianza con don Bosco.
>>También me gustaba ir al Santuario de Oropa
y, como don Bosco no podía acompañarme, me entregó
una tarjetita para el Rector, el cual me recibió
como si yo fuera un distinguido personaje. Me
hospedaron en las habitaciones destinadas a los
sacerdotes y me asignaron un criado para que me
sirviera... Y lo mismo que yo, hubo muchísimos
otros que, en diversas ocasiones, experimentaron
los efectos de tratos semejantes de la bondad de
don Bosco>>.
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