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en Valdocco, se prestaban como en otras ocasiones
del año, a ejercer el ministerio, aún a trueque de
molestias. Los coros de los niños preparados para
la primera comunión cantaban la canción que don
Bosco les había enseñado y que añadió aquel año al
Joven Cristiano:
Por fin hoy nos acercamos
al angélico banquete, etc.
((**It4.259**)) Y lo
mismo el clero secular que el regular trabajaba en
la ciudad y en la provincia para santificar las
almas y a un tiempo, conviene decirlo, formar
buenos ciudadanos, fieles al Soberano y obedientes
a las leyes del Estado, y eso sin mencionar otras
innumerables ventajas morales y materiales que
proporcionaban a los pueblos. Pero los sectarios
no querían, o lo que es peor, odiaban el bien
verdadero y querían quitar toda influencia
religiosa.
El Parlamento, que tenía por entonces todo el
aspecto de un sanedrín protestante, a fines de
marzo, entre injurias e insultos al clero, se
había propuesto reformar las órdenes monásticas;
quería suprimir la emisión de los votos solemnes a
los novicios, antes de los veintiún años, e
imponer que, durante los dos años que preceden a
la profesión, novicios y novicias viviesen, al
menos seis meses seguidos, fuera del claustro: y
que el que aceptara una profesión religiosa, no
permitida por las leyes, fuera condenado a
destierro y el que profesara, privado de los
derechos civiles. No se llegó a la votación, y
pocos días después, sin estar todavía maduros los
planes de supresión de los beneficios de las
órdenes religiosas, se empezó a gravarlas con
tributos, y, a excepción de las iglesias, pusieron
cargas a las casas parroquiales y de los
beneficiados. El quince de abril firmaba el Rey
una nueva ley aboliendo los diezmos en Cerdeña, y
el veintitrés de mayo ratificaba la de las manos
muertas, la cual se extendía a las provincias,
ayuntamientos e instituciones de caridad y
beneficencia; pero, mientras para éstas últimas la
cuota era del medio por ciento, para las
instituciones eclesiásticas fue elevada al cuatro.
En tanto, don Bosco, a fines de mayo, después
de demoler parte de la tapia interna que dividía
los dos patios, hizo empezar las excavaciones para
levantar la iglesia proyectada, de modo que, a
primeros del verano, se pudieron echar los
cimientos. Como los albañiles se permitían de vez
en cuando ((**It4.260**)) soltar
alguna blasfemia, don Bosco les llamó y les rogó
que no blasfemaran y, para impedir la ofensa del
Señor, les prometió dar uno o dos vasos de vino a
cada
(**Es4.204**))
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