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Sin embargo, no podía decirse que era fácil el
manejo de los tesoros que la Divina Providencia
ponía en sus manos, porque en esta administración
debía servirse necesariamente del trabajo ajeno.
Era prudente al organizar cualquier plan, cuidaba
mucho la elección de las personas, era minucioso
en los detalles para que se ahorrase todo lo
posible, exacto al pedir se examinasen los
contratos, pero al mismo tiempo no era
desconfiado. Elegida una ((**It4.252**)) persona
con fama de honrada, se comportaba como el
sacerdote Yehoyadá en tiempos del rey Joás cuando
la restauración del templo. <>1.
Sin embargo él, con su corazón abierto, era
incapaz de una trampa. Creía que los demás tenían
el mismo amor que él a la justicia que empleaba en
todo contrato; y, desconocedor de las tramas
usadas por la gente del mundo, le engañaron muchas
veces en sus negocios, al hacer sus cálculos
preventivos que, luego, vio elevarse a cantidades
mucho más altas. En ocasiones, especialmente al
principio, los proveedores le engañaron de
diversos modos; otras veces, obligado por
circunstancias imperiosas, se encontró con
personas poco delicadas, que le obligaron a vender
por poco lo que valía mucho y a comprar por mucho
lo que valía poco. No le faltaron fraudes y
hurtos, puesto que don Bosco no podía estar a la
vista de todo. Y esto no debe maravillarnos. >>No
había confiado Jesús la bolsa de las limosnas a un
Judas? Al multiplicarse las obras buscó personas
de su Instituto que le ayudasen en las diversas
necesidades, y finalmente encontró hombres,
honrados a carta cabal, pero no todos, ni siempre
expertos en los negocios, ni aptos para ciertas
operaciones comerciales, y desprovistos a menudo
del dinero indispensable, porque don Bosco tenía
la caja vacía. Hay que añadir que las deudas del
Oratorio sumaban a menudo enormes cantidades.
Sin embargo, don Bosco, que caminaba casi
siempre al borde de la quiebra, supo hacer frente
((**It4.253**))a todos
sus compromisos; sus acreedores jamás perdieron un
céntimo; levantó continuamente edificios; y nunca
faltó nada a sus muchachos que aumentaban en
número constantemente. Para que las fábricas de
Francia, de Austria, de Inglaterra, enviaran a sus
casas mercancías, bastaba la garantía de su
nombre; se le concedieron muchos empréstitos sin
más prenda
1 II Reyes, XII, 16.
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