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Y sin más, volvió a sus quehaceres.
A partir de aquel instante ya no se escapó de
sus labios ni una palabra de disgusto.
En efecto, desde aquel momento pareció
insensible a todo aquello. Cierto día, un chaval
espantaba las gallinas y las perseguía haciéndolas
correr a la desbandada por los prados vecinos.
Mariana, la hermana de Margarita, gritaba con toda
((**It4.234**)) su voz,
para que el chiquillo dejase en paz a las
gallinas, y se afanaba para volverlas al
gallinero.
Margarita, al oír aquellos gritos, salió
afuera, y viendo el panorama, dijo con toda calma
a su hermana:
-íBah! íCállate! íTen paciencia! íQué quieres
hacer! íSon un azogue!
Pero, aunque había en el Oratorio algún
botarate, el corazón de todos los muchachos latía
lleno de amor por don Bosco: un amor que seguían
manteniéndolo al salir del Oratorio para volver a
sus familias y emprender una carrera o una nueva
situación. De entre las muchas pruebas que
podíamos aducir elegimos, por el momento, las dos
cartas siguientes, escritas por el alumno Antonio
Comba, en momentos distintos.
La primera en Rumilly (Saboya), con fecha del
16 de febrero de 1851 y dirigida a don Bosco:
<>Me gozo y me alegro muchísimo de la suerte de
mis compañeros, esto es, de que hayan tomado la
sotana, lo que espero hacer yo más tarde con la
ayuda de Dios. Trabajo mucho en esta escuela de
retórica; pero estoy contentísimo de ello, porque
ya he alcanzado el segundo puesto... Tenemos un
superior bonísimo, que ha estado mucho tiempo en
Roma; sabe perfectamente el italiano. Todos los
viernes nos da clase. Alguna vez voy a verle, y
hablamos en italiano; somos muy amigos; le he
escogido por confesor. Tenemos ((**It4.235**)) óptimos
profesores... somos 57 internos. El martes, el
jueves y el domingo, después de comer, vamos todos
juntos de paseo... Sin nada
(**Es4.185**))
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