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deseaba, se volvía a presentar una y otra vez, con
tal agrado, que doblegaba los ánimos. Y puedo
atestiguarlo, porque, más tarde, le acompañé
muchísimas veces a estas visitas, y por las
confidencias que para mi conocimiento me hacía a
veces.
>>No ahorraba fatigas ni humillaciones en el
trato con sus muchachos. A veces no recibía más
que buenas palabras; en ocasiones sufría
mortificaciones, insultos y amargas repulsas, pero
todo lo sufría alegremente sin molestarse, ni
disminuir al ardor de su caridad. Multiplicaba sus
cartas a las personas adineradas, suplicándoles le
socorrieran. Un día, tenía que responder una carta
insultante: encargó a uno de los suyos que lo
hiciera, indicóle el lenguaje que debía emplear y
le dijo:
>>-Escríbele, que si no quiere o no puede
ayudar a mis huérfanos, es muy dueño de hacerlo;
pero que insultarme, porque me preocupo de ellos,
no es agradable al Señor; sin embargo, preséntale
mis respetos y asegúrale que no guardo por ello el
menor resentimiento.
>>Aquel señor, al recibir esta carta volvió
sobre sí mismo, cambió de opinión y, a partir de
aquel momento, se convirtió en amigo y admirador
de don Bosco>>.
Pero don Bosco no era importuno ni molesto. Se
conformaba con exponer las necesidades de sus
muchachos sin precisar ninguna cantidad; dejaba
que los que le escuchaban, sacaran ellos mismo la
consecuencia caritativa y lógica de su
razonamiento. Muchas veces le preguntaron qué
cantidad necesitaba y él repetía simplemente lo
expuesto, sin atender a la pregunta. Su método le
proporcionaba limosnas superiores a lo que podía
haber esperado de los más generosos.
((**It4.10**)) Mas no
siempre se presentaba suplicante ante un señor
rico; en ocasiones extraordinarias le exigía,
amablemente, como quien tiene autoridad para ello,
la entrega de una cantidad considerable, y obtenía
lo que pedía. Fue ésta una de las maravillas de
don Bosco, que aparecía como representante de una
voluntad sobrenatural. A su tiempo expondremos los
hechos.
No guardaba para sí mismo ni un céntimo. A
menudo se privó de lo necesario para darlo a sus
muchachos. Su gran corazón destinaba a ellos todas
las limosnas que recibía. Empleaba el dinero como
convenía a un hábil administrador, y cuando era
necesario hacer gastos, sabía hacerlos bien y a su
debido tiempo. Esta era la opinión que de él
tenían cuantos le conocían. <(**Es4.18**))
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