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sacerdote no dejó de cumplir su deber, aún a costa
de humillaciones.
Entre otras, se habían infiltrado los protestantes
sin hacer ruido en Cirié, y empezaban a ganar
adeptos. Lo supo don Bosco y no lo calló.
->>Y qué?, le repuso aquel eclesiástico:
>>acaso usted sabe lo que no saben los demás? En
Cirié hay dos párrocos: >>es que estos no tienen
ojos? >>Cree que no estamos informados de lo que
sucede? >>Acaso ha de venir la luz sólo de
Valdocco?
Don Bosco no replicó; pero pasó poco tiempo y
la cizaña creció visiblemente, tanto que hubo que
apresurarse para empezar en Cirié una misión para
oponerse a los herejes y deshacer sus errores.
Otras varias parroquias tuvieron también que
prevenirse, gracias a la intervención de don
Bosco.
En medio de estos solícitos cuidados, y gracias
a un pobre infeliz llamado Wolff que había
apostatado, y que, por las frecuentes
contradicciones del corazón humano, le contaba
todas las decisiones y pasos de sus
correligionarios, supo que los valdenses estaban
dispuestos a levantar un templo en Turín. En
efecto, habían pedido al Municipio les concediera
un terreno edificable junto al jardín público. Los
protestantes eran poco más de doscientos en Turín.
El Municipio no lo consintió, aún cuando el
proyecto estaba apoyado por el abogado general de
la Audiencia Territorial. Entonces los herejes
compraron a sus expensas otro terreno junto a la
avenida del Rey, cerca del Oratorio de San Luis,
autorizados por los ((**It4.225**))
decretos reales del 17 de diciembre de 1850 y del
17 de enero de 1851, para construir el proyectado
templo. Una vez aprobados los planos del mismo y
de los edificios anejos por la comisión de
urbanismo, el Municipio quería ganar tiempo
declinando toda responsabiliad frente a los
católicos; pero el ministro del Interior,
Galvagno, anunció las disposiciones soberanas, e
hizo fuerza para que cesasen las nobles
oposiciones a la deshonra que se quería causar a
la ciudad. Apenas se hizo público, los turineses,
más aún, todos los católicos del Piamonte se
sintieron dolidos y rogaron al Señor para que
alejase del país tan grave escándalo. Los obispos
reclamaron ante el Rey con una carta colectiva, en
nombre de la Religión, del Estatuto, del honor de
la casa de Saboya, citando las disposiciones del
código civil.
Pero no se tuvieron en cuenta estas reclamaciones
y se empezó enseguida la construcción del templo
para el culto reformado protestante. De esta forma
se apoyaba a quien tramaba fiera guerra contra la
Religión Católica.
Apenas se enteró don Bosco de esas maniobras,
no satisfecho de
(**Es4.178**))
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