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((**Es4.178**) sacerdote no dejó de cumplir su deber, aún a costa de humillaciones. Entre otras, se habían infiltrado los protestantes sin hacer ruido en Cirié, y empezaban a ganar adeptos. Lo supo don Bosco y no lo calló. ->>Y qué?, le repuso aquel eclesiástico: >>acaso usted sabe lo que no saben los demás? En Cirié hay dos párrocos: >>es que estos no tienen ojos? >>Cree que no estamos informados de lo que sucede? >>Acaso ha de venir la luz sólo de Valdocco? Don Bosco no replicó; pero pasó poco tiempo y la cizaña creció visiblemente, tanto que hubo que apresurarse para empezar en Cirié una misión para oponerse a los herejes y deshacer sus errores. Otras varias parroquias tuvieron también que prevenirse, gracias a la intervención de don Bosco. En medio de estos solícitos cuidados, y gracias a un pobre infeliz llamado Wolff que había apostatado, y que, por las frecuentes contradicciones del corazón humano, le contaba todas las decisiones y pasos de sus correligionarios, supo que los valdenses estaban dispuestos a levantar un templo en Turín. En efecto, habían pedido al Municipio les concediera un terreno edificable junto al jardín público. Los protestantes eran poco más de doscientos en Turín. El Municipio no lo consintió, aún cuando el proyecto estaba apoyado por el abogado general de la Audiencia Territorial. Entonces los herejes compraron a sus expensas otro terreno junto a la avenida del Rey, cerca del Oratorio de San Luis, autorizados por los ((**It4.225**)) decretos reales del 17 de diciembre de 1850 y del 17 de enero de 1851, para construir el proyectado templo. Una vez aprobados los planos del mismo y de los edificios anejos por la comisión de urbanismo, el Municipio quería ganar tiempo declinando toda responsabiliad frente a los católicos; pero el ministro del Interior, Galvagno, anunció las disposiciones soberanas, e hizo fuerza para que cesasen las nobles oposiciones a la deshonra que se quería causar a la ciudad. Apenas se hizo público, los turineses, más aún, todos los católicos del Piamonte se sintieron dolidos y rogaron al Señor para que alejase del país tan grave escándalo. Los obispos reclamaron ante el Rey con una carta colectiva, en nombre de la Religión, del Estatuto, del honor de la casa de Saboya, citando las disposiciones del código civil. Pero no se tuvieron en cuenta estas reclamaciones y se empezó enseguida la construcción del templo para el culto reformado protestante. De esta forma se apoyaba a quien tramaba fiera guerra contra la Religión Católica. Apenas se enteró don Bosco de esas maniobras, no satisfecho de (**Es4.178**))
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