Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es4.163**) Los muchachos reían con esta salida y don Bosco terminaba: -Solamente allí debajo, en aquel hoyo, me parecía no ser tan pequeño y despreciable. Don Bosco estaba tan impresionado ante tales maravillas siderales, que a menudo hablaba con los amigos de la enorme distancia de los astros tan próximos a nosotros, tan lejos de la tierra y visibles, y de su inmenso volumen. Y se complacía en contar los diez millones de años que se necesitarían, con la velocidad de la luz, de trescientos mil kilómetros por segundo, para llegar a algunas estrellas. -Nuestra mente se pierde, exclamaba, y no puede formarse una pequeña idea. íQué maravillosa es la omnipotencia de Dios! Con estos sublimes pensamientos entraba en la habitación; pero no descansaba, más que cuando la fatiga le constreñía. Entonces, vestido como estaba y sin darse cuenta de ello, se echaba sobre la cama y así se quedaba durmiendo hasta la mañana. A veces era atormentado por el insomnio y en aquellas pocas ((**It4.204**)) horas que estaba en el lecho rezando, daba rienda suelta a la fantasía en torno a sus proyectos y a la forma de realizarlos: se comportaba de noche, lo mismo que de día. El que dormía en la habitación contigua, al oír un grito, y temiendo que a don Bosco le pasase algo, entró varias veces en su cuarto improvisadamente y de puntillas. Y le vio acostado, dormido, boca arriba, con la cabeza un poco levantada, las manos juntas sobre el pecho y, tan bien compuesto, que parecía uno de esos cuerpos de santos, que se conservan en los altares para veneración de los fieles dentro de una urna de cristal. Nosotros mismos podemos atestiguarlo a la par de muchos otros. (**Es4.163**))
<Anterior: 4. 162><Siguiente: 4. 164>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com