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((**Es4.147**) En el fielato 1, llamado Puerta de Milán, le esperaban Miguel Rúa y Angel Savio. Su primer pensamiento, apenas llegado a Turín, fue testimoniar su agradecimiento a María Santísima, por las abundantes gracias que Ella había concedido al Oratorio. Era una de sus típicas costumbres, casi diría un acto de confianza familiar. Desde 1842 acostumbraba dar una conferencia a los suyos, sobre este tema, el día de la Inmaculada: la primera vez se la dio a los muchachos, después a los catequistas solos, luego a los clérigos, y finalmente a los Salesianos, durante todos los años de su vida. Es decir, que según se iba desarrollando su Institución, iban adquiriendo mayor importancia y autoridad los unos sobre los otros. Si alguna vez no podía darla en ese día, no dejaba de hacerlo antes de que terminase el año. Y aquel, para encender cada día más en los suyos la devoción a la Madre del Divino Salvador, le prestó ocasión un suceso que corría por toda Italia. En la iglesita de Santa Clara de Rimini se veneraba un cuadro de la Santísima Virgen, bajo la advocación de: Reina Madre de Misericordia. Al anochecer del once de mayo estaban rezando ante él, tres buenas mujeres. Con gran maravilla y satisfacción, observaron un movimiento en las pupilas de la santa imagen, unas veces en sentido horizontal y vertical, y, otras elevándose suavemente hasta esconderse bajo los párpados, con un ligero cambio de color en el rostro. Corrió la sorprendente noticia por la ciudad como un relámpago; todos se agolpaban ante el altar. El delicadísimo y evidente prodigio se repitió durante casi ocho meses ((**It4.182**)) ante millares y millares de testigos. El cambio de costumbres en el pueblo, la frecuencia maravillosa de los sacramentos, la incesante lluvia de gracias que, a partir de entonces, empezó a darse, el riguroso progreso diocesano aprobado por la Sagrada Congregación de Ritos, el Oficio y Misa propios autorizados por el portento, el rosario de oro regalado por el Sumo Pontífice, la iglesia convertida en elegante arquitectura de cruz latina y dedicada en noviembre de aquel año mismo, eran otros tantos testimonios de la verdad del prodigio. Con la alegría de aquella nueva gloria de la Virgen y las dulces emociones de las fiestas navideñas, llegaba a don Bosco al término del 1850. 1 Fielato: era una oficina a la entrada de las poblaciones donde se pagaban los derechos de consumo o impuesto municipal sobre comestibles y otros géneros que en ellas se introducían. (N. del T.). (**Es4.147**))
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