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En el fielato 1, llamado Puerta de Milán, le
esperaban Miguel Rúa y Angel Savio.
Su primer pensamiento, apenas llegado a Turín,
fue testimoniar su agradecimiento a María
Santísima, por las abundantes gracias que Ella
había concedido al Oratorio. Era una de sus
típicas costumbres, casi diría un acto de
confianza familiar. Desde 1842 acostumbraba dar
una conferencia a los suyos, sobre este tema, el
día de la Inmaculada: la primera vez se la dio a
los muchachos, después a los catequistas solos,
luego a los clérigos, y finalmente a los
Salesianos, durante todos los años de su vida. Es
decir, que según se iba desarrollando su
Institución, iban adquiriendo mayor importancia y
autoridad los unos sobre los otros. Si alguna vez
no podía darla en ese día, no dejaba de hacerlo
antes de que terminase el año.
Y aquel, para encender cada día más en los
suyos la devoción a la Madre del Divino Salvador,
le prestó ocasión un suceso que corría por toda
Italia. En la iglesita de Santa Clara de Rimini se
veneraba un cuadro de la Santísima Virgen, bajo la
advocación de: Reina Madre de Misericordia. Al
anochecer del once de mayo estaban rezando ante
él, tres buenas mujeres. Con gran maravilla y
satisfacción, observaron un movimiento en las
pupilas de la santa imagen, unas veces en sentido
horizontal y vertical, y, otras elevándose
suavemente hasta esconderse bajo los párpados, con
un ligero cambio de color en el rostro. Corrió la
sorprendente noticia por la ciudad como un
relámpago; todos se agolpaban ante el altar. El
delicadísimo y evidente prodigio se repitió
durante casi ocho meses ((**It4.182**)) ante
millares y millares de testigos. El cambio de
costumbres en el pueblo, la frecuencia maravillosa
de los sacramentos, la incesante lluvia de gracias
que, a partir de entonces, empezó a darse, el
riguroso progreso diocesano aprobado por la
Sagrada Congregación de Ritos, el Oficio y Misa
propios autorizados por el portento, el rosario de
oro regalado por el Sumo Pontífice, la iglesia
convertida en elegante arquitectura de cruz latina
y dedicada en noviembre de aquel año mismo, eran
otros tantos testimonios de la verdad del
prodigio.
Con la alegría de aquella nueva gloria de la
Virgen y las dulces emociones de las fiestas
navideñas, llegaba a don Bosco al término del
1850.
1 Fielato: era una oficina a la entrada de las
poblaciones donde se pagaban los derechos de
consumo o impuesto municipal sobre comestibles y
otros géneros que en ellas se introducían. (N. del
T.).
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