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un orador sagrado dos o tres siglos antes.
Invitaba a los pecadores a hacer penitencia, con
todo afecto y franqueza; y lo que había que decir
en cuanto a ((**It4.177**)) la
reforma de costumbres lo exponía sin ambages, sin
preocuparse de nadie. En cuanto a lo que se
agitaba en los corazones del pueblo, y que
desvelaba la vigilancia decidida del Gobierno, no
hizo la menor referencia y huyó de poner la menor
comparación o contar ningún hecho antiguo que
hubiera podido parecer que tenía lejana relación
con las circunstancias actuales: se comportaba en
todo, como si no existieran cuestiones políticas
ni hubieran existido jamás. Así que, ninguna
autoridad tuvo que hacerle la menor observación.
Todos los oyentes no encontraron a lo largo de sus
pláticas más que la meditación de los novísimos y
las normas para confesarse y comulgar. Milán quedó
maravillada de su forma de predicar.
Su estilo era el de San Alfonso de Ligorio.
Lástima que no conservamos los guiones que él
mismo escribió para estos ejercicios dados en
Milán; porque con ellos se entendería mejor la
fuerza irresistible de su palabra. Hablaba
lentamente e imprimía sus sentencias en el corazón
de los fieles. Baste, como muestra, el exordio de
su sermón sobre el juicio universal:
<<>>Y hasta cuándo, pecadores, abusaréis de la
bondad de Dios, hasta cuándo seguiréis
ofendiéndole? Ya piden venganza los compañeros
escandalizados por vosotros; ya piden venganza las
iglesias donde cometisteis tantas irreverencias;
ya piden venganza los sacramentos profanados con
tantos sacrilegios; ya piden venganza el sol, la
luna, las estrellas, testigos de vuestra rebelión
contra su Creador; ya pide venganza la tierra,
convertida por vosotros en teatro de vuestras
iniquidades; ya piden venganza los mismos ángeles
que querrían vengar los insultos lanzados por
vosotros a Dios. >>Y hasta cuándo abusaréis de la
paciencia de este misericordioso Señor? >>Os
duele, tal vez, cambiar de vida? >>No tembláis
ante la espada de la justicia celestial,
desenvainada ya para heriros? ((**It4.178**)) Pues
bien, seguid blasfemando de su Santo Nombre,
seguid hablando mal de nuestra Santa Religión y
contra sus ministros, seguid murmurando de vuestro
prójimo, seguid sosteniendo conversaciones malas,
seguid profanando los días festivos, daos prisa
para crucificar de nuevo a Jesús sobre un madero,
porque es poco el tiempo que os queda, avanza la
eternidad, ya está encima, ya brilla su fulgor por
los aires, ya está a punto de caer sobre vosotros,
ya se levanta el tribunal donde se sentará el Juez
Eterno. No os hagáis ilusiones; no esperéis
salvación: el brazo del Señor está tendido y no
hay posible escape. En el juicio os
(**Es4.144**))
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