((**Es4.14**)
la inocencia de muchos jovencitos; sangraba su
corazón al saber que se ultrajaba al Papa y no se
reconocían los derechos de la Iglesia. Su
obediencia a los preceptos de esta buena Madre
abrazaba las prescripciones más pequeñas, las
sagradas ceremonias y rúbricas, las respuestas de
las Sagradas Congregaciones romanas, y exigía que
hicieran lo mismo sus subordinados. En aquellas
cosas en que se dejaba libertad de interpretación
y de acción, elegía la opinión más conforme con el
espíritu de la Iglesia.
((**It4.4**)) El
teólogo Ascanio Savio afirmaba: <>.
El teólogo Reviglio apoya este testimonio
escribiendo: <>.
Y don Miguel Rúa no dudaba en decir: <>.
Centenares de quienes convivieron con el
querido don Bosco, de 1846 a 1888, nos han
manifestado la misma convicción.(**Es4.14**))
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