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Y, a la par, ponía de relieve a los muchachos
los trabajos que ella llevaba a cabo y enumeraba
los grandes servicios que le prestaba. Aprovechaba
la ocasión para recordar a las madres que habían
dejado en su casa, y les repetía las palabras de
Tobías: <> 1.
Don Bosco no perdía ocasión para honrarla. La
afable sencillez de su madre aparecía
constantemente hasta en los momentos más solemnes.
El día de su santo caía en el mes de noviembre, y
los muchachos lo celebraban cariñosamente; la
víspera por la noche, les acompañaba don Bosco
mismo para entregarle un ramillete de flores. La
buena madre les recibía sonriendo, y escuchaba
serena, sin hacer el menor movimiento, los
discursos y poesías que le iban leyendo. Al
terminar la lectura, respondía con pocas palabras:
-íBien! Os agradezco todo, aunque yo no hago
nada ((**It4.148**)) por
vosotros. Es don Bosco quien lo hace todo. Sin
embargo, agradezco vuestras felicitaciones y
cumplidos, y mañana, si don Bosco lo permite, os
daré un plato más.
Resonaba entonces un frenético grito de íviva
la mamá! y se disolvía la reunión.
De las palabras de Margarita se deduce bien
claro que ella no tenía más cuidado que el de
levantar a su don Juan ante los ojos de los
muchachos y tenerlo como única autoridad.
Su humildad hacía que todos la quisiesen, y
era, por tanto, venerada por cuantos la conocían,
aún por aquéllos que se habían entretenido con
ella sólo un momento en el Oratorio. Desde que
llegó a Turín, apenas fue conocida por los vecinos
del barrio, no se le llamó con otro nombre más que
con el de mamá. Trataba con la misma dulzura y
caridad a duques, marqueses y ricos banqueros que
a sencillos zapateros remendones y
limpiachimeneas.
Muchos señores y señoras de la nobleza y los
mismos obispos bienhechores insignes de la casa,
al ir a visitar a don Bosco no dejaban nunca de
asomarse a la puerta de Margarita y saludarla, lo
mismo al entrar que al salir. Su sincera virtud,
sus sencillos modales y su singular sensatez
causaban la más viva complacencia. Cuando no
encontraban a don Bosco en casa, o cuando estaba
de visita con alguien, ellos se decidían a esperar
entreteniéndose con mamá Margarita. Porque en
aquellos tiempos no había sala de espera, y a
aquellos señores, no atreviéndose a entrar para no
causar molestia alguna, no
1 Tobías IV, 3.
(**Es4.122**))
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