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el médico Carlos Luis Farini de Russi y otros que,
más tarde, se distinguieron en las revoluciones
italianas. Farini había publicado la Historia del
Estado Romano, y parecía moderado en sus ideas.
Don Bosco había leído el libro, pero no conocía a
su autor y ni por asomo sospechaba estuviera
presente en la reunión.
Hablóse durante la comida de temas políticos y
religiosos; pero los juicios expresados por los
comensales no eran muy rectos. Todos se inclinaban
hacia el liberalismo en el verdadero sentido que
hoy tiene esta palabra; se criticaban las
disposiciones de la Corte romana y se alababa a
los Gobiernos de Italia, que, con actos
ilegítimos, habían obstaculizado los derechos de
la Santa Sede.
((**It4.131**)) El
abate Rosmini no se opuso a ninguna de las
observaciones referentes a política; don Bosco,
cuyo corazón latía al compás de la Santa Sede y
del Papa en particular, estaba desazonado; pero
como se encontraba en casa ajena y entre hombres
famosos por su saber, escuchaba sin soltar
palabra. A cierto punto se pasó a hablar de las
nuevas relaciones de la Iglesia con el Estado en
Piamonte; se defendía el opúsculo de Rosmini La
Constitución según la justicia social, publicado
en 1848 y puesto por la Sagrada Congregación en el
Indice; se hablaba de las elecciones de los
Obispos, que debían serlo por el clero y el
pueblo. Las discusiones se acaloraron y subieron
de tono entre los comensales. Don Bosco estaba
como quien no se interesa por las opiniones
ajenas. A cierto punto, Rosmini hizo señal a los
convidados para que hablasen más bajo y se
interrumpiera el tema, y dijo en voz baja a
Bonghi:
-íEstá aquí don Bosco!
Pero Bonghi respondió con juvenil insolencia,
creyendo que don Bosco no le oía:
-íEse tonto de capirote no entiende nada!
Don Bosco simuló no haber oído el insulto; pero
Rosmini, a quien no gustaban aquellas
conversaciones, y que sabía muy bien cuánto valía
don Bosco, se hacía el distraído. Y he aquí que,
al levantarse de los manteles, recayó la
conversación sobre la historia del Estado Romano
de Farini, que acababa de publicarse. Rosmini, que
había observado como don Bosco había estado
callado durante todo el tiempo de la comida, lo
invitó a que también él expusiera su opinión. Don
Bosco aceptó de buen grado y cogió la pelota al
vuelo. Sin aspereza, con franqueza, en medio de la
curiosidad de todos, observó que la historia de
Farini no merecía grandes alabanzas, por ciertas
inexactitudes históricas y por la deshonra que
hacía recaer sobre el dominio temporal de los
Papas, ((**It4.132**))
demostrando conocer
(**Es4.109**))
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