((**Es3.74**)
en aquel momento no lo había reconocido, y tampoco
don Bosco se recordaba haberlo visto.
Don Bosco continuó preguntándole:
->>Y quién es ese sacerdote con el que usted se
confesaría?
-íDon Bosco! No sé si usted lo conoce.
-íQue si lo conozco! íSoy yo mismo!
Lo miró el cochero fijamente, hizo memoria, lo
reconoció y lleno de alegría exclamó:
-Pero. >>cómo hacer ahora para confesarme?
-Déjeme las bridas del caballo y póngase de
rodillas, le contestó don Bosco.
El cochero obedeció enseguida y, mientras el
caballo caminaba lentamente, se confesó. Fue don
Miguel Angel Chiatellino quien nos contó este
hecho, ocurrido, como la mayor parte de los que
hemos expuesto, antes del 1850.
Don Bosco mismo nos contó este otro: <>-Le pediría un favor...
>>El me interrumpió diciendo:
>>->>Quiere llegar pronto a Turín? Muy bien.
>>Y se puso a arrear con toda su alma a los
caballos, soltando a cada lagitazo una blasfemia.
>>-No es esto lo que quiero, le dije; me
importa poco llegar a Turín un cuarto de hora
antes o después. Lo que quiero es que no blasfeme
más. >>Me lo promete?
>>-íOh, si es sólo esto, dé por seguro que ya
no blasfemo más: y yo soy un hombre de palabra!
((**It3.84**)) >>-Pues
bien; si así lo hace, >>qué premio quiere?
>>-Ninguno, respondió. Mi obligación es ésa y
no blasfemaré más.
>>Como yo insistía, pidió la propina de cuatro
sueldos y yo le prometí veinte. Arreó un latigazo,
y una blasfemia. Se lo avisé y exclamó:
>>-íSoy una bestia! He perdido la cabeza.
>>-No se desanime por eso, añadí. Mire: le daré
igualmente los veinte sueldos; pero, cada vez que
suelte una blasfemia, le disminuiré
cuatro.(**Es3.74**))
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