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-Yo aprovecho la ocasión para dar alguna
limosna a esta pobre gente y decirles esa buena
palabra que tanto necesitan.
Sucedía a veces que alguno abusaba al pedir el
pago, pero él siempre daba lo que le pedían, para
evitar altercados o blasfemias, y así no ofender
al Señor. E igual quería que hiciesen sus
subordinados. Por más de veinte años fue testigo
de esta generosidad don Joaquín Berto, su
secretario.
Don Bosco, con su caridad, se hacía bien querer
de aquella gente poco educada. En sus viajes a
Novara, ((**It3.82**)) a
Vercelli, a Casale, a Asti, y a otras cien
ciudades y pueblos, se las apañaba para conseguir
un puesto en el pescante, junto al cochero y
después aguardaba el momento oportuno para ganar
su alma. No tardaba el cochero en dejar escapar de
su boca una blasfemia y entonces don Bosco,
bromeando, preguntaba:
->>Qué ha dicho usted? Estoy persuadido de que
usted profiere esas palabras sin darse cuenta.
Usted, no es malo. Se ve en su cara que es buena
persona.
-Tiene usted razón, respondía el cochero; es
una costumbre. Odio esta forma de hablar: pero en
cuanto me descuido, vuelta la burra al trigo.
Cuando estoy delante de un sacerdote, siento mucho
que se me escapen estas palabrotas.
-Entonces hay que prestar atención para
corregirse.
-Sí, señor, lo quiero de veras, >>sabe usted?,
lo quiero, repetía.
Pero pasaba un poco de tiempo y, al mismo
tropiezo, a un antojo del caballo, casi como
muletilla, otra blasfemia que soltaba.
Don Bosco le miraba; el pobre hombre quedaba
avergonzado y oía atentamente lo que el cura le
decía sobre la bondad de Dios y sus castigos,
sobre la importancia de enmendarse y salvar el
alma. Y las reflexiones acababan siempre con una
invitación a confesarse. Las exhortaciones estaban
tan bien llevadas, que los cocheros se sometían
siempre. Muchos se confesaban en el mismo
pescante, mientras conducían el coche; otros,
mientras se cambiaban los caballos, en la cuadra,
en la fonda o en los alrededores.
Un día iba don Bosco a Carignano y, conversando
con el conductor de la calesa, entre otras cosas,
llegó a decirle:
-Creo que usted ya habrá cumplido con Pascua...
Y el cochero:
-Todavía no; hace mucho tiempo que no me he
confesado: me confesaría de buena gana con el cura
con quien me confesé la última vez; ísi pudiera
encontrarlo!
((**It3.83**)) Le había
confesado don Bosco en la cárcel de Turín,
pero(**Es3.73**))
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