((**Es3.72**)
->>Y entonces?
-Había que ir allí para recuperar lo que me han
quitado.
->>Y sólo por esto quiere usted exponerse a
hacer un mal papel?
->>Y te dejarías quitar una sotana nueva, la
única que tienes?
->>Qué le vamos a hacer?
-Siempre serás el mismo. Nada te importa.
-Deje que pase un poco el disgusto. No se
preocupe. La persona que ha robado la sotana quizá
tenía más necesidad que yo. Mire: si el que me ha
robado viniera a confesarse conmigo, yo me
aseguraría de su firme propósito de no volver a
hacerlo más, después le regalaría la sotana y le
daría la absolución general.
Efectivamente conquistó mucho amigos en aquél
barracón. Solía acercarse en tiempo pascual a
aquella chusma y con sus suaves maneras los
invitaba a confesarse.
-Venid, amigos míos, les decía, cuando os
parezca bien; cuando tengáis oportunidad, por la
mañana o por la tarde, hasta de noche, aunque sea
muy tarde; siempre estaré dispuesto a atenderos.
No os preocupéis por mí; somos amigos y a los
amigos se les trata con toda confianza. Más os
digo: descorcharé alguna botella de las buenas y,
después de ajustar las cuentas del alma,
brindaremos juntos.
((**It3.81**)) Y eran
muchos los pobrecillos que acudían con buena
voluntad y encotraban una acogida generosa.
Acabadas las confesiones, tocaba a mamá Margarita
agotar sus provisiones de vino, para apagar la sed
de aquella buena gente. Don Bosco quedaba
satisfecho porque sabía encender con sus palabras
eficaces el amor de Dios en aquellos corazones,
aún los más insensibles. Era éste un don especial
con el que había favorecido el Señor. En cualquier
lugar donde se presentase don Bosco, siempre
ocurrían
escenas que le ofrecían ocasión de confesar a
alguno: en las diligencias, en las casas
particulares, en las fondas, en el campo, por las
calles; y siempre a personas a quienes inducía con
sus amables exhortaciones. Podríamos compilar un
grueso volumen con sólo recoger estas anécdotas.
Nos limitaremos a indicar cómo se comportaba don
Bosco con los cocheros.
Siempre guardó muchas atenciones con ellos, ya
que solía viajar en diligencias públicas. Al fin
del viaje añadía unas monedas más al pago
estipulado y decía con gracia:
-Eso es para usted.
Y al que no se explicaba la razón de su
largueza le decía:(**Es3.72**))
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