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CAPITULO VII
DON BOSCO Y EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA - EL
CONTINUO CONCURSO DE FIELES - TODA PALABRA DE DON
BOSCO ES UNA CONTINUA INVITACION A SALVAR EL ALMA
POR MEDIO DE LA CONFESION - ADMIRABLE FRANQUEZA EN
PUERTA NUEVA, PLAZA DEL CASTILLO, PLAZA DE ARMAS Y
OTROS SITIOS PARA CONDUCIR A DIOS A LOS PECADORES
- LOS INQUILINOS DEL COBERTIZO VISCA - RICA MIES
DE ALMAS ENTRE LOS COCHEROS
DIJO Jesús a los apóstoles: <>.1 Y don Bosco estaba
totalmente convencido de la dignidad y el mérito
de la vocación. Eran habituales en él las santas
aspiraciones que manifestaban su ardiente deseo de
alcanzar la eterna bienaventuranza para él y, en
cuanto le fuera posible, para todos los hombres.
Había hecho suyas las palabras de San Juan
Bautista de Rossi, apodado en Roma, el cazador de
almas: <>. Por eso don
Bosco predicaba, para después poder confesar;
rezaba y hacía rezar ((**It3.73**)) por los
pobres pecadores y ordenaba que los muchachos
rezaran todos los días una Salve por su
conversión.
El tribunal de la penitencia fue para él un
lugar de reposo y de satisfacción y no de fatiga.
En efecto, nunca dejó de ejercer este sagrado
ministerio, al que dedicaba dos y tres horas
diarias y, en ocasiones especiales, hasta días
enteros y alguna vez toda la noche. Ni siquiera
durante su enfermedad dejó de confesar. Varias
iglesias de Turín fueron campo para el ejercicio
de su celo incansable. En sus frecuentes
predicaciones por los pueblos y ciudades del
Piamonte, arrastraba a las multitudes con la
ciencia y la dulzura, la prudente perspicacia y
los dones sobrenaturales que, en el decir de las
gentes, le adornaban. Desde las primeras horas del
día hasta avanzada la
1 Mateo IV, 19.(**Es3.66**))
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