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a acudir a la iglesia y ellos se dejaban convencer
fácilmente por sus invitaciones. Acudían en tropel
a escucharle y hasta los mismos niños, que
fácilmente se cansan de serios razonamientos, oían
con avidez su palabra. Cuando le invitaban, se
prestaba la mar de contento para enseñarles
catecismo y de tal modo se los ganaba que, siempre
que podían, se arremolinaban junto a él y no
acertaban a separarse. A más de uno se le vio
llorara al irse don Bosco del pueblo.
Ni era menos tierna y profunda la gratitud de
los mayores, al llegar el momento de despedirse de
aquel sacerdote que, con tanto afecto, había
devuelto la paz a sus almas, la gracia de Dios, la
certera esperanza del paraíso, la alegría en las
familias y la caridad de los vecinos para con los
pobres. ((**It3.66**)) En estas
peregrinaciones por todo el Piamonte difundió la
práctica de recitar los tres gloria Patri después
del ángelus.
Hemos dicho que don Bosco no simpatizaba con la
discusión desde el púlpito; sin embargo, sabía
defender, como él sólo, la causa de la Religión
cuando le obligaban las circunstancias del lugar o
le invitaba a ello un superior eclesiástico. En
Quassolo, cerca de Ivrea, se habían instalado
algunas personas a la que los del lugar motejaban
de protestantes por su conducta poco cristiana. Se
desentendían de las leyes eclesiásticas y eran la
preocupación del párroco,don Santiago Giacoletti,
por el escándalo que podían recibir sus feligreses
y porque con sus conversaciones esparcían graves
errores contra las verdades de la Religión.
Aquellos sectarios habían conquistado algunos
adeptos por varios pueblos. Monseñor Luis Moreno
escribió a don Bosco para que
fuera a Quassolo a dar una misión. Don Bosco
aceptó: la fama de su nombre le precedió y, cuando
se presentó, se retiraron sus opositores. Don
Bosco, empezó a explicar el catecismo en las
pláticas de la noche, entreteniéndose en aquellos
puntos sobre los que el error había esparcido el
veneno de la duda o de la negación. Con toda
humildad y prudencia no se desató en invectivas ni
hizo alusiones odiosas; solamente buscó que la
gente sencilla quedara convencida de la verdad, de
modo que nadie pudiera
engañarlos. Los adversarios, sorprendidos de su
dulzura, volvieron al pueblo, y ya no se
atrevieron a decir ni a hacer nada contra el que
los combatía triunfalmente, aplaudido por todos
los del pueblo. Tenía su hablar, tal unción y
persuasión, que transfundía su propia fe al
auditorio.
Realmente era infatigable. Baste un
ejemplo.(**Es3.61**))
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