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((**Es3.59**) andaba, sucedían mil sorprendentes anécdotas cada una a cuál más graciosa, que difícilmente se creerían por la posteridad, de no haberlas acreditado testigos serios que iremos citando a lo largo de estas memorias. Aún está vivo su recuerdo en Alba, Biella, Ivrea, Novara, Vercelli, Asti, Alessandria, Cúneo, Mondoví, Nizza ((**It3.63**)) Monferrato, Rívoli, Racconigi, Carmagnola, Bra, Foglizzo, Pettinengo, Fenestrello... Como nuestro Señor Jesucristo, se preparaba para predicar con una fervorosa oración. Prefería ir a los poblados del campo. Al ponerse en marcha, hacía siempre la señal de la cruz, invocaba el auxilio del Señor y recitaba alguna oración a la Virgen Santísima. Y así como estando en Turín se confesaba regularmente cada semana, durante estas peregrinaciones se humillaba con más frecuencia ante el tribunal de la penitencia. Aunque no era escrupuloso, no sufría la más pequeña imperfección y, por eso, ponía cuidado especial para agradar a Dios hasta en las cosas más pequeñas. Por ello sus fatigas eran siempre recompensadas con frutos copiosos. Tenía, además, el raro mérito de un gran espíritu de sacrificio habitual. Pocas veces y para trayectos cortos usaba el ferrocarril, que en aquellos años se empezaba a construir. Había que viajar en tartanas o en las llamadas diligencias; y él que, con el bamboleo del carruaje padecía lo indecible del estómago, casi no pasaba semana sin someterse a aquel tormento. Según su costumbre, hubiera deseado continuar escribiendo y corrigiendo sus opúsculos durante el viaje; pero su malestar se lo impedía frecuentemente. Subía entonces al pescante junto al cochero; pero cada sacudida le excitaba al vómito. El cochero se compadecía: -íPobre cura, repetía una y otra vez, si yo pudiera ayudarle en algo! Y al llegar a una parada le proporcionaba atentamente una bebida caliente, que ocasionábale, después, peores consecuencias. Muchas veces recorría a pie algún trayecto largo y difícil, pero no siempre se lo permitían las distancias entre lugar y lugar. Llegado al campo de su apostolado, era recibido alegremente por el párroco del pueblo y se comportaba como un sacerdote modelo, según todos los que habitaban en la casa parroquial. Todos le observaban ((**It3.64**)) y después, más de uno de los que entonces le acompañaron, nos dijeron: <>.(**Es3.59**))
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