((**Es3.54**)((**It3.56**)) Eran muy
pocas las palabras para no llamar la atención,
pero eran eficaces. Al domingo siguiente, muy de
mañana, aquellos muchachos estaban en el Oratorio.
Después, cuando estuvo abierto el internado, hasta
dejaban el café para ir a vivir con él.
Llamaba entonces don Bosco al dueño y le decía:
->>Me quisiera hacer un favor?
-Usted dirá: tendré mucho gusto en servirle.
->>Daría usted permiso a este muchacho para que
viniese a visitarme alguna vez?
->>Adónde?
-Al Oratorio, en Valdocco. Allí podría aprender
un poco de catecismo y hacerse un buen chico.
-íBuena falta le hace! íEs un bribón, un
descarado, un holgazán...! Tiene todos los
defectos imaginables.
->>Posible? íNo será tanto!
Y volviéndose al muchacho, que se mordía los
labios y dirigía su mirada a otra parte, añadía:
->>Es verdad?
Y continuaba su conversación con el dueño:
-De todos modos, quedamos entendidos; usted me
da este gusto y yo le quedaré muy agradecido.
-íBueno! Si no quiere otra cosa, de acuerdo;
contentísimo.
Y el muchacho comparecía en el Oratorio.
Alguna vez don Bosco intentaba invitar al mismo
dueño y a sus hijos a confesarse, especialmente en
tiempo de Pascua:
-Y bien, amigo, >>cuándo vamos a cumplir con
Pascua?
-Somos buenos cristianos, ya lo sabe usted.
Sabemos nuestros deberes... pero, claro... las
muchas ocupaciones... No tiene uno tiempo para
nada.. Pero, bueno, lo veremos.
-Y sus hijos, >>cumplieron ya con Pascua?
-Quiero que mis hijos marchen bien; ya les
arreglaría yo si faltaran a esta obligación.
((**It3.57**))
-Entonces, >>los enviará?
-Seguro. >>Cuándo le va a usted mejor?
-Por las mañanas; mas, para mayor seguridad de
encontrarme, que vengan el sábado por la tarde.
-Así será.
Algunas veces repetía la invitación a los
dueños, los cuales, por fin, cedían e iban con sus
hijos a confesarse.
Había otra categoría de jovencitos que recibía
los cuidados de don Bosco: eran los aprendices de
las peluquerías. Cuando necesitaba(**Es3.54**))
<Anterior: 3. 53><Siguiente: 3. 55>