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((**Es3.53**) a causa del continuo ajetreo de la gente alegre, a la que tenía obligación de servir. Estaba un día conversando con don Bosco, se acercó su padre y se sentó en medio para participar en la conversación. Don Bosco aprovechó la ocasión y le rogó que dejara a su hijo y a su familia ir a confesarse al Oratorio. Aquel hombre, que hacía años no se había acercado a los sacramentos, condescendió enseguida. -Pero esto no basta, exclamó don Bosco; ha de venir también el papá. El fondista se quedó un rato pensativo y después respondió: -Sí, iré; pero con una condición. -Veámosla. ((**It3.55**)) -Que usted acepte almorzar conmigo. -Acepto. El fondista, loco de alegría, preparó todo lo mejor que pudo y supo. Don Bosco se presentó el día convenido y el almuerzo resultó estupendo, asistiendo sólo la familia. El fondista repetía a cada instante que aquél era el día más feliz de su vida. Al retirarse, agradecióle don Bosco sus atenciones y terminó diciendo: -Espero que mantenga su palabra, >>eh? -La cumpliré, respondió el fondista. Pocos días después mandó su familia a confesarse, pero él no apareció. Don Bosco se lo encontró varias veces y le dijo: -Bueno, >>cuándo...? El fondista buscaba mil pretextos; pero, al cabo de algunos meses, cumplió su palabra y se confesó con el mismo don Bosco, con quien siempre mantuvo una gran amistad. Pero don Bosco sabía recompensar a fondistas y hosteleros por la buena acogida que daban a sus consejos y por su buena conducta. Por eso, cuando escribía o hablaba con las personas de mayor relieve de los pueblos, les notificaba y garantizaba el trato esmerado y económico que encontrarían en las fondas que indicaba: y así les atrajo numerosos forasteros y no pocos húespedes. También ejercía don Bosco su eficaz apostolado en los cafés de Turín. El pedía un café, pero el objeto de sus solicitudes era, claro está, alguno de los muchachos que servían las bebidas. Entablaba conversación, en voz baja, con uno o con otro, en el momento en que presentaban la bandeja y ellos le abrían enseguida el corazón, sin que ninguno de los que ocupaban las mesitas próximas pudiera imaginar de qué hablaban.(**Es3.53**))
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