((**Es3.473**)
(Te lo digo, vigila siempre. -Hijo, no hagas nada
sin aconsejarte y así no te arrepentirás después
de lo hecho).
Algunas de esas tarjetas eran tan íntimas que
ciertamente el poseedor las guardaba en secreto.
Estos aguinaldos característicos movían el
corazón, quedaban impresos en la mente, y a lo
largo del año eran recordados por don Bosco, en el
momento oportuno y en secreto, y producían
maravillosos ((**It3.618**))
efectos. Casi todos los años, mientras vivió,
siguió don Bosco dando esos aguinaldos.
Pero si con estas industrias se aprovechaban
los clérigos espiritualmente, correspondían
también a sus premurosos ciudados atendiendo a los
estudios. Daremos pruebas más adelante de nuestra
afirmación. Mientras tanto para secundar su amor
al estudio y
vigilarles más, nos contaba don Juan Giacomelli,
que don Bosco acudía, durante 1850 y 1851, en días
determinados, a dar clases de geografía sagrada a
la sala destinada para ello en el seminario para
los estudiantes de teología. El, con el fin de
adquirir una más clara inteligencia de la Sagrada
Escritura, había estudiado cuidadosamente la
geografía antigua de los santos lugares y de todas
las regiones limítrofes con Palestina, sin excluir
Asia Menor, Mesopotamia, Egipto y Grecia. El muy
docto teólogo José Ghiringhello, profesor de
hebreo, le apreciaba tanto que muchas veces fue a
consultarle al Oratorio sobre distintos puntos de
hermenéutica y sobre ciertas narraciones bíblicas
que requerían explicación. Las lecciones del nuevo
maestro fueron acogidas con gran júbilo y
escuchadas también por los clérigos de otros
cursos que habitaban en Turín, porque ponía ante
ellos con gran exactitud la topografía de las
regiones y ciudades, describiendo con vivos
colores los hechos que en ellas se habían
desarrollado. Sabía además citar, oportunamente y
con gran unción, sentencias de los libros
proféticos y sapienciales, cosa que le era
familiar en todas circunstancias.
Hablando de los lugares santificados por
Nuestro Señor Jesucristo durante su vida mortal,
parecía que se superaba a sí mismo. Y con el fin
de que la pasión divina quedara bien impresa en
sus corazones, recomendaba a los clérigos, y
también a los sacerdotes, el estudio arqueológico
de los viajes hechos por el Redentor en Palestina,
especialmente camino del Calvario, con las
circunstancias de su muerte, para tener siempre
((**It3.619**)) vivo en
su recuerdo y excitar en el ánimo de los demás el
agradecimiento a Jesús Crucificado.
Después de un año y algo más de tales clases,
tuvo que suspender sus lecciones en el seminario,
en razón de los muchos quehaceres que no le daban
tregua. Deseoso de continuarlas de algún modo, las
(**Es3.473**))
<Anterior: 3. 472><Siguiente: 3. 474>