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((**Es3.470**) a ponernos en condiciones de salvar todas las almas que nos fuera posible con una vida santa y una sólida ciencia teológica. Y añadía: >>-Pero si tuviésemos ciencia sin humildad, no seríamos nunca hijos de Dios, sino hijos del padre de la soberbia que es el demonio. >>Y cuando alguno era inclinado a hablar de sus estudios, le decía: >>-No digas siempre lo que sabes, sino procura saber bien lo que dices. >>Observaba atentamente nuestra conducta y nos trataba con tanta amabilidad que le profesábamos un afecto filial y poníamos en él toda nuestra confianza. Y él se afanaba para destruir en nosotros todo lo que podía conducirnos al pecado, y para animarnos a corregir nuestros defectos, decía que no es preciso pretender llegar a ser santo en cuatro días, porque la perfección se adquiere con trabajo y poco a poco>>. Casi no pasaba día sin dar particularmente algún aviso a sus seminaristas. Repetía a Ascanio Savio: -Procura obrar siempre por un motivo de fe y nunca al acaso o por fines humanos. Da siempre mucha importancia a todo lo que haces. Y en otras ocasiones: -Piensa de Dios según la fe, del prójimo, según la caridad y de ti, bajamente, según la humildad. Habla de Dios con veneración; del prójimo, como quisieras se hablase de ti; de ti mismo, humildemente o calla. Si alguno se ponía a hablar de política con cierto apasionamiento le decía: -Atente a la máxima de don José Cafasso, esto es, no seas de ningún partido por virtud y no te muestres partidario por prudencia. Cuando se suscitaban entre los seminaristas disputas científicas, históricas o pedagógicas, solía recomendar ((**It3.615**)) que no se contradijese directamente la opinión ajena y que se manifestase la propia con modesta desconfianza, diciendo me parece, supongo; la cosa es así, si no me engaño. Cuando no se busca contradecir, uno es escuchado con atención, agrado y benevolencia y quedan convencidos los que se quiere hacer entrar en la propia opinión. El defecto de modestia en el hablar, indica falta de juicio. Usaba gran prudencia al compadecer la susceptibilidad de algunos caracteres, no tomándolos de frente al mandarlos y especialmente al distribuir los cargos. No dejaba nunca de corregirles al menor (**Es3.470**))
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