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a ponernos en condiciones de salvar todas las
almas que nos fuera posible con una vida santa y
una sólida ciencia teológica. Y añadía:
>>-Pero si tuviésemos ciencia sin humildad, no
seríamos nunca hijos de Dios, sino hijos del padre
de la soberbia que es el demonio.
>>Y cuando alguno era inclinado a hablar de sus
estudios, le decía:
>>-No digas siempre lo que sabes, sino procura
saber bien lo que dices.
>>Observaba atentamente nuestra conducta y nos
trataba con tanta amabilidad que le profesábamos
un afecto filial y poníamos en él toda nuestra
confianza. Y él se afanaba para destruir en
nosotros todo lo que podía conducirnos al pecado,
y para animarnos a corregir nuestros defectos,
decía que no es preciso pretender llegar a ser
santo en cuatro días, porque la perfección se
adquiere con trabajo y poco a poco>>.
Casi no pasaba día sin dar particularmente
algún aviso a sus seminaristas. Repetía a Ascanio
Savio:
-Procura obrar siempre por un motivo de fe y
nunca al acaso o por fines humanos. Da siempre
mucha importancia a todo lo que haces.
Y en otras ocasiones:
-Piensa de Dios según la fe, del prójimo, según
la caridad y de ti, bajamente, según la humildad.
Habla de Dios con veneración; del prójimo, como
quisieras se hablase de ti; de ti mismo,
humildemente o calla.
Si alguno se ponía a hablar de política con
cierto apasionamiento le decía:
-Atente a la máxima de don José Cafasso, esto
es, no seas de ningún partido por virtud y no te
muestres partidario por prudencia.
Cuando se suscitaban entre los seminaristas
disputas científicas, históricas o pedagógicas,
solía recomendar ((**It3.615**)) que no
se contradijese directamente la opinión ajena y
que se manifestase la propia con modesta
desconfianza, diciendo me parece, supongo; la cosa
es así, si no me engaño. Cuando no se busca
contradecir, uno es escuchado con atención, agrado
y benevolencia y quedan convencidos los que se
quiere hacer entrar en la propia opinión. El
defecto de modestia en el hablar, indica falta de
juicio.
Usaba gran prudencia al compadecer la
susceptibilidad de algunos caracteres, no
tomándolos de frente al mandarlos y especialmente
al distribuir los cargos. No dejaba nunca de
corregirles al menor
(**Es3.470**))
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