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querían comprar por los métodos y medidas
antiguas. El vendedor, conocedor de la ley,
observaba que estaban abolidas y el comprador
gritaba contra la novedad, el engaño y el
embrollo. A veces, los dos contendientes se
acaloraban, el uno queriendo convencer y el otro
no dejándose persuadir, hasta que con calma y
paciencia lograba el vendedor meter en la cabeza
del comprador la utilidad del nuevo sistema, la
diferencia entre un peso y otro, entre una y otra
medida, la proporcionada y razonable diferencia de
precio y acababa por comprar tranquilamente y se
marchaba instruido y convencido. Otras veces
presentaba la escena un pobre obrero que
encontraba un compañero o un antiguo maestro; le
pedía que le diera explicaciones y se las daba. De
esta manera explicaba los pesos poniendo de
relieve la diferencia entre onza y hectogramo,
libra y kilogramo, arroba y miriagramo. Pasaba a
las medidas lineales, indicando la diferencia
entre vara y metro. Hablaba de las medidas de
capacidad, comparando el azumbre con el litro, el
cántaro con el decalitro y así todo lo demás.
Don Bosco había sabido entrelazar tan bien la
realidad con los episodios, poner en labios de los
interlocutores palabras y frases tan
ingeniosamente amenas, que cambiaban una materia,
árida por sí misma, en una graciosa diversión. La
escena del cántaro y el decalitro hizo
desternillar de risa. Dio ocasión al siguiente
episodio. Uno de los actores, Jacinto Arnaud,
hacía el papel referente a las antiguas medidas de
capacidad y entraba en escena llevando un cántaro
a las espaldas. Puesta la medida en el suelo, y
apoyándose sobre ella, debía preguntar en un
momento dado a su interlocutor: ->>Cómo es de
grande un litro? Pero no le venía a los labios la
palabra, ni tenía la postura requerida. El
apuntador se la recordó en voz baja, diciéndole:
((**It3.601**))
-Apóyate sobre el cántaro. Y, al mismo tiempo, le
señaló la postura que debía tener. Entonces el
muchacho, azorado, sin fijarse más que en el
sentido de su papel, gritó: -íOh, qué grande es el
litro: está apoyado en el cántaro! A esta salida
resonó por todo el teatro una inmensa carcajada.
El apuntador no podía más y el otro actor hacía
esfuerzos hercúleos para mantener la seriedad.
Pasaron varios minutos hasta poder reanudara la
escena.
Entre los personajes de consideración que
asistieron a esta representación estuvo el célebre
abate Fernando Aporti, el cual quedó tan
impresionado que dijo:
-Don Bosco no podía imaginar un medio más
eficaz para popularizar el sistema métrico
decimal; aquí se lo aprende uno riendo.
El periódico Armonía en su número 149 del 1849,
hablaba de
(**Es3.460**))
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