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y que por esta causa padeció de una pústula
maligna en el brazo, acompañada de fiebre, de la
que sanó sin necesidad de medicinas.
Precisamente por su conducta verdaderamente
sacerdotal empezaron muy pronto casi todos los
obispos del Piamonte a quererlo y a ensalzar y
ayudar su obra, convencidos de que era bendecida
por el Señor. Un venerando ministro del Señor,
hablaba con nosotros sobre don Bosco y nos decía:
<>.
((**It3.596**)) Hemos
oído a muchos grandes personajes repetir:
-Pocos son los hombres que, al estudiar a otro
hombre, al menos después de una larga convivencia,
no descubran en él algún defecto que no habían
advertido antes. No sucedió así con don Bosco;
cuanto más se le estudiaba, más se le quería.
Afirmaba don J. Giacomelli:
-Siempre he tenido a don Bosco por un sacerdote
que todo lo hacía, aun lo ordinario, de un modo
extraordinario, especialmente lo tocante a
religión y caridad.
A los que le preguntaban quién era don Bosco,
respondía:
-íSi lo conociérais! Fue siempre un modelo en
el seminario y ahora es un sacerdote de los más
ejemplares.
Concluyamos con lo que nos dijo don Félix
Reviglio:
-Después de los once años que tuve la fortuna
de convivir con don Bosco, puedo atestiguar que
sus virtudes eran tan brillantes y eminentes, que
nosotros, los muchachos, le teníamos por santo y,
precisamente, nos dejábamos guiar enteramente por
él en razón de su heroico comportamiento.
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