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((**Es3.454**) <>. Y el clérigo Ascanio Savio oyó repetir a su madre, que no era conveniente que la nieta fuese al Oratorio. <>. ((**It3.592**)) El año 1890 preguntaba Fumero a Gastini: ->>Recuerdas haber visto en don Bosco un gesto, una palabra, una mirada, que ni de lejos fuese inconveniente o menos correcta? -Nunca, respondió el otro. Y habían vivido en familia con él desde los primeros años. Un día se presentó Carlos Tomatis a la buena de Dios en un grupo de compañeros, entre los cuales estaba don Bosco; no iba vestido según las normas estrictas de la modestia. Al verlo, empezaron todos a reír cándidamente, pero don Bosco permaneció inmutable. Cuando le preguntaron cómo se las arreglaba para contener la risa, en ésta y en otras ocasiones semejantes, respondió: <<-Yo me río cuando quiero y, cuando no quiero, no río>>. Lo mismo en el púlpito que en todos sus escritos hablaba de la castidad con admirable delicadeza. En sus conversaciones familiares hacía a menudo magníficas loas de esta virtud y sugería los medios para conservar inmaculado el corazón. Para hacerla amar tenía, como después veremos, expresiones originales, muy suyas, que revelaban la belleza de su alma. Por ejemplo, al enviar a algunos a dar catecismo en los Oratorios, para que no dejaran seducir su corazón por cualquier pasión, les decía: -Recordaos que os mando a pescar y que vosotros no debéis ser pescados. Para ayudar a los muchachos a mantenerse buenos, ya entonces los hacía asistir con máxima y prudente vigilancia, en todo lugar y tiempo por los compañeros más virtuosos, poniéndolos casi en la (**Es3.454**))
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