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míos, sed devotos de María Santísima. La segunda
estampa lleva escrito: Sea siempre bendita la
santa Inmaculada Concepción. La tercera, una
oración: Oh Virgen Inmaculada, tú que obtuviste
siempre la victoria sobre todas las herejías, ven
ahora en nuestro auxilio: nosotros de corazón
recurrimos a Ti: AUXILIUM CHRISTIANORUM ORA PRO
NOBIS. Debajo, había escrito don Bosco de su puño
y letra estas palabras: Inde expectamus
consolationem (por donde esperamos nuestro
consuelo). La cuarta estampa es la de Nuestra
Señora de las Victorias con la invocación:
Refugium peccatorun, ora pro nobis. (Refugio de
los pecadores, ruega por nosotros). En la quinta,
María Santísima, con el Niño Jesús en brazos, está
sentada junto a una mesita cubierta con un tapete,
sobre la
cual hay una cesta llena de fruta. El Niño con su
mano izquierda levanta el velo que cae sobre el
rostro de su Madre y, con la derecha, parece que
coloque en su mano un pan u otro comestible para
que lo distribuya a los necesitados. Abajo se lee:
Mater pauperum (madre de los pobres) y después:
Venid a mí, vosotros, todos los que me amáis, y os
colmaré de bienes de los que yo soy la fuente
(Eclesiástico).
>>Bajo estas estampas pegó don Bosco un mapa de
Palestina y colgó el cartón en la pared de su
habitación. Pero yo, dice don Juan Giacomelli,
íntimo conocedor del alma de mi amigo, vi en aquel
cuadro todo el programa de su vida, queriendo
tener un recuerdo de su devoción a María Santísima
Inmaculada y Auxiliadora, tomé secretamente aquel
cartón y lo conservé como preciosa reliquia, hasta
después de la muerte de don Bosco, esto es,
durante casi cuarenta años. Ahora, dado lo
avanzado de mi edad,
temiendo que pueda ser destruido, lo entregué a
los Superiores del Oratorio, para que fuera
conservado y tenido como merece>>.
((**It3.591**)) Su
devoción a María Santísima corría pareja con la
pureza de sus costumbres. Monseñor Bertagna, los
dos hermanos Angel y Ascanio Savio, don Juan
Giacomelli y muchos más afirmaban que don Bosco
gozó siempre en este punto de una fama sin la
menor sombra, tanto en Castelnuovo, en el tiempo
de su juventud, como en Turín. Todos estaban
convencidos de que poseía un don especial para
saber inculcar la virtud de la pureza en las almas
juveniles. Monseñor Juan Cagliero se expresaba
así:
-Estoy persuadido, por las íntimas relaciones
con él tenidas, que vivió y murió en castidad
virginal. Siempre mortificó su mirada, muy
comedido en el trato con personas de otro sexo, no
se le vio jamás clavar los ojos en su cara. Se le
veía claramente que sentía cierta repugnancia a
tratar con ellas, aun con sus parientes.
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