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((**Es3.453**) míos, sed devotos de María Santísima. La segunda estampa lleva escrito: Sea siempre bendita la santa Inmaculada Concepción. La tercera, una oración: Oh Virgen Inmaculada, tú que obtuviste siempre la victoria sobre todas las herejías, ven ahora en nuestro auxilio: nosotros de corazón recurrimos a Ti: AUXILIUM CHRISTIANORUM ORA PRO NOBIS. Debajo, había escrito don Bosco de su puño y letra estas palabras: Inde expectamus consolationem (por donde esperamos nuestro consuelo). La cuarta estampa es la de Nuestra Señora de las Victorias con la invocación: Refugium peccatorun, ora pro nobis. (Refugio de los pecadores, ruega por nosotros). En la quinta, María Santísima, con el Niño Jesús en brazos, está sentada junto a una mesita cubierta con un tapete, sobre la cual hay una cesta llena de fruta. El Niño con su mano izquierda levanta el velo que cae sobre el rostro de su Madre y, con la derecha, parece que coloque en su mano un pan u otro comestible para que lo distribuya a los necesitados. Abajo se lee: Mater pauperum (madre de los pobres) y después: Venid a mí, vosotros, todos los que me amáis, y os colmaré de bienes de los que yo soy la fuente (Eclesiástico). >>Bajo estas estampas pegó don Bosco un mapa de Palestina y colgó el cartón en la pared de su habitación. Pero yo, dice don Juan Giacomelli, íntimo conocedor del alma de mi amigo, vi en aquel cuadro todo el programa de su vida, queriendo tener un recuerdo de su devoción a María Santísima Inmaculada y Auxiliadora, tomé secretamente aquel cartón y lo conservé como preciosa reliquia, hasta después de la muerte de don Bosco, esto es, durante casi cuarenta años. Ahora, dado lo avanzado de mi edad, temiendo que pueda ser destruido, lo entregué a los Superiores del Oratorio, para que fuera conservado y tenido como merece>>. ((**It3.591**)) Su devoción a María Santísima corría pareja con la pureza de sus costumbres. Monseñor Bertagna, los dos hermanos Angel y Ascanio Savio, don Juan Giacomelli y muchos más afirmaban que don Bosco gozó siempre en este punto de una fama sin la menor sombra, tanto en Castelnuovo, en el tiempo de su juventud, como en Turín. Todos estaban convencidos de que poseía un don especial para saber inculcar la virtud de la pureza en las almas juveniles. Monseñor Juan Cagliero se expresaba así: -Estoy persuadido, por las íntimas relaciones con él tenidas, que vivió y murió en castidad virginal. Siempre mortificó su mirada, muy comedido en el trato con personas de otro sexo, no se le vio jamás clavar los ojos en su cara. Se le veía claramente que sentía cierta repugnancia a tratar con ellas, aun con sus parientes. (**Es3.453**))
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