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otros grupos, cuyas ideas y costumbres había que
reformar con nuevas dificultades y molestias. Pero
la imperturbable paciencia y el espíritu de
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sacrificio que animaban a don Bosco, acababan por
triunfar siempre.
>>El mismo método empleaba con los alumnos
internos...
>>Cuando habían cumplido normalmente sus
deberes, le gustaba que se divirtieran alegremente
y que hicieran gimnasia, pues decía que la
diversión también era un trabajo meritorio ante el
Señor. Procuraba, sin embargo, evitar lo juegos
que exigen demasiada atención y estar quedos, lo
mismo que los que pudieran perjudicar la
constitución física o herir la moral. Solía
repetir a sus alumnos: "Armad jaleo, corred,
brincad, con tal que no cometáis pecados". Y él
mismo daba el ejemplo, manteniéndose
constantemente alegre, buscando los medios más a
propósito para su alegría, tomando parte en sus
juegos y proporcionándoles amenas excursiones,
cuya meta solía ser un santuario.
>>A veces, le veía paseando por el patio,
mientras los muchachos desayunaban. Sonreía a
todos con palabras cariñosas; de repente, simulaba
seriedad y decía a uno que sostenía en la mano un
panecillo: "íTira esa piedra!". Y el muchacho
respondía con un buen mordisco al pan. Pero yo,
que estudiaba atentamente sus palabras y sus
menores gestos, estaba persuadido de que en todo,
hasta en lo que parecía más indiferente, tenía su
fin más espiritual. Y me di cuenta de que con
aquella broma del pan, aludía al ayuno y a la
tentación de Jesús en el monte, a la ominipotencia
y bondad de Dios, a la obligación de estarle
reconocido o a otros recuerdos similares. En
efecto, poco después, le decía a aquel muchacho
una palabra confidencial que él escuchaba con
reverencia y alegría.
>>Sabía arropar un reproche con un buen
consejo. Decíale al propenso a la glotonería: "-No
hemos sido creados ((**It3.587**)) para
beber y comer, sino para amar a Dios y salvar el
alma". Al que veía poco amigo del trabajo:
"-Trabaja por el Señor. Todo lo que tendrás que
padecer en este mundo es cosa de un momento y el
paraíso recompensa todo". Cuando uno se dejaba
halagar por el amor propio: "-Estoy contento de
que adelantes en tu oficio. Pero, si poseyeras
todas las riquezas, todas las artes, todas las
ciencias botánicas, y perdieres el alma, >>de qué
te valdría?".
>>Era delicadísimo de conciencia, alejaba de sí
toda apariencia del mal y, además, procuraba por
cuanto le era posible alejar de los muchachos todo
peligro de pecado y de desorden en la casa, con
una continua y amable asistencia, con la
frecuencia de los sacramentos y
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