((**Es3.45**)
-Sí, tú: hoy estoy solo.
-Usted se equivoca y me confunde con otro.
Usted no me conoce.
-Sí que te conozco. >>No eres tú el hijo de
fulano?
->>Yo, que he hecho tantas y tan gordas, como
usted no se puede imaginar?
-Precísamente tú.
-Pero, >>se va a molestar usted por mí?...
-Sin más cumplidos... Decídete... Vamos.
-No me atrevo a ir así, tal como me encuentro.
íSi al menos pudiera ir a confesarme antes!
-Ya irás, si te parece, el sábado y el domingo
por la mañana; pero hoy debes venir a comer
conmigo.
-Otra vez será. Mi madre no lo sabe y me
espera en casa.
-Le mandaré decir a tu madre que hoy comes con
don Bosco. El señor Pinardi me hará ese favor.
-Pero, mire: íestoy tan sucio! Tendría que
lavarme y cambiarme de ropa. Me da vergüenza ir
así.
((**It3.44**)) -No;
quiero que sea hoy y tal como estás; tendré mucho
gusto en que pasemos juntos una hora.
-Pero...
-No hay pero que valga. Vamos, la sopa está en
la mesa.
-Pues si usted se empeña... vamos.
Y entraron en casa. Cuando mamá Margarita vio
entrar a aquel huésped le dijo a don Bosco por lo
bajo:
->>Por qué has traído a ese asqueroso? >>Dónde
lo has encontrado?
-No diga eso, respondió don Bosco. Es un gran
amigo mío, sépalo. Trátelo bien.
Y se sentaron a la mesa. Desde aquel día, B...
comenzó a mudar de vida y llegó a ser un excelente
joven.
Con todo, aunque las almas por él pescadas en
la red del Señor eran muchas, no podían comparase
en número con las redadas que, según su
acostumbrada expresión, hacía en la plaza de
Manuel Filiberto. La parte que daba a Puerta
Palacio hormigueaba de vendedores ambulantes,
limpiabotas, limpiachimeneas, mozos de mulas,
expendedores de papeles, faquines, todos muchachos
pobres que iban tirando como podían con su triste
negocio. Es fácil imaginar la clase de gente que
podía llegar a ser aquella pobre juventud en la
edad adulta, sin nadie que los cuidara, los
instruyera y aconsejara, abandonada a sí misma y
recibiendo malos ejemplos(**Es3.45**))
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