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((**Es3.445**) el humilde edificio y viendo las varias inscripciones religiosas que allí se leen, la pobre espadaña, con una cruz encima, que se levanta sobre el tejado y el rótulo: Esta es la casa del Señor, sobre la puerta que mira a poniente, se deduce, y no sin maravilla, que allí hay un Oratorio sagrado. Pero crecerá más su admiración, cuando pregunte quién y por qué fin ha dedicado a las prácticas religiosas aquel lugar tan modesto y le digan que se trata de un humilde sacerdote, sin más riquezas que una caridad inmensa, el cual ya hace varios años recoge allí, todos los días festivos, de quinientos a seiscientos muchachos para amaestrarlos en las costumbres cristianas, y al mismo tiempo hacerlos hijos de Dios y óptimos ciudadanos. >>Este egregio sacerdote, lleno de esa filantropía que no nace de ninguna otra fuente más que la fe católica, se sentía verdaderamente dolorido al contemplar, en los días dedicados al Señor, a centenares y centenares de niños, del todo abandonados, que, en vez de acudir a la iglesia para recibir lecciones de santidad se desparramaban por plazas, avenidas y praderas que rodean la ciudad, para pasar todo el día en entretenimientos peligrosos, y volver después a sus casas, más indisciplinados, irreligiosos e indóciles. La visión de tantos muchachos, que por la despreocupación censurable de sus padres y de sus jefes, crecían en la más crasa ignorancia de lo que más importa al hombre, expuestos a todos los peligros de corrupción procedentes del ocio, de las malas compañías y perversos ejemplos, hirió tan hondamente su corazón, que determinó poner remedio lo mejor que él supiera. >>Qué hizo, pues, el nuevo discípulo de Felipe Neri? Guiado por su celo, armado de paciencia a toda prueba, revestido de toda la dulzura y humildad que sabía eran necesarias para tan alta empresa, se puso a recorrer los alrededores de Turín en los días festivos y cuando veía grupos de ((**It3.580**)) muchachos entretenidos en sus juegos, se les acercaba, rogándoles le dejasen participar en ellos; después, cuando se había familiarizado algo, les invitaba a seguir el juego en un sitio, que él tenía, más a propósito para divertirse que aquél. Es fácil suponer las burlas con que sería recibida las más de las veces su invitación y cuántas negativas sufriría; pero, su constancia y su dulzura se impusieron poco a poco de una forma prodigiosa; y los chiquillos más reacios, los muchachos más traviesos, vencidos por su gran humildad y suavidad de modales, se dejaron conducir al humilde recinto que os he descrito, donde, convertida una parte del edificio en modesta, pero devota capilla, se alternan las horas de los días festivos entre los oficios religiosos y los juegos inocentes. >>Los primeros muchachos invitados, cuando saborearon las dulzuras (**Es3.445**))
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