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la clase popular y también de algún colegio famoso
por los buenos resultados de alumnos
pertenecientes a familias señoriales o de clase
media. Don Pedro volvió a Turín a primeros de
1850, con estudios y apuntes que podían ayudar a
la finalidad por ((**It3.575**)) la que
había hecho el viaje. En tanto don Bosco pensaba
en los seminaristas que un día debería dirigir y
pidió y obtuvo de monseñor Gentile los reglamentos
de los seminarios mayor y menor de la diócesis de
Novara. Así, unidas la oración, el estudio y la
propia experiencia, se preparaba para organizar,
cuando llegase el momento, el nuevo mundo que
rumiaba su mente.
Pero, antes de acabar el año 1849, sucedió algo
sorprendente, que el padre Juan José Franco, de la
Compañía de Jesús, recuerda en la carta que hemos
reproducido en el capítulo anterior. Después de
afirmar su persuasión de que, dada su
extraordinaria bondad, le parecía natural que don
Bosco realizase verdaderos milagros, añadía: <>.
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Nosotros narraremos cómo sucedió el caso.
El año 1849, el domingo siguiente a la fiesta
de Todos los Santos, don Bosco, después de hacer
en la capilla el ejercicio de la buena muerte,
acompañó a todos los muchachos del Oratorio,
internos y externos, a visitar el camposanto y
rezar por el alma de los difuntos. Habíales
prometido las castañas al volver a Valdocco. Mamá
Margarita había comprado tres sacos, pero,
pensando que su hijo no necesitaría más que unas
pocas para divertir a los muchachos, puso a cocer
únicamente dos o tres cazos. José Buzzetti, que se
adelantó al grupo de muchachos a la vuelta, entró
en la cocina, vio que hervía
(**Es3.442**))
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