Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es3.433**) sus promesas, completó la obra. Algunos empezaron a acercarse a los sacramentos, su ejemplo atrajo poco a poco a los demás, y la mayor parte empezó a querer al Oratorio, como atestiguó Felix Reviglio. Entre los catequistas, que allí actuaban, hay que contar al teólogo Juan Bautista Bertagna, hoy arzobispo, que, cediendo a la invitación de don Bosco, colaboró durante varios años. El joven Miguel Rúa, estudiante todavía, fue allí varias veces en sus principios, y quedó sorprendido de la cantidad de muchachos grandes y pequeños. El teólogo Carpano no duró mucho tiempo: en el 1853 era elegido capellán de San Pedro ad Víncula, como sustituto del difunto señor Tesio. Le sucedió su colaborador el teólogo Juan Vola. Y le enviaba don Bosco como compañero, para enseñar catecismo y dirigir los juegos de los muchachos, a José Brosio, el bersagliere. Brosio dejó una relación escrita de algunos sucesos ocurridos en aquellos días, en estos términos: <>Pero la pandilla de golfillos no podía ver con buenos ojos aquel Oratorio, que diezmaba su cocca. Todos los domingos se presentaban en el Oratorio para baladronear, burlarse ((**It3.563**)) y hasta repartir pescozones a los muchachos que acudían a nuestras reuniones. >>Un día aparecieron unos cuarenta, armados de piedras, palos y navajas, dispuestos a asaltar el Oratorio. El teólogo Vola agarró tal miedo que temblaba como una hoja. Cuando yo vi que aquellos barrabases estaban resueltos a darse de puñetazos, pensé ponerme en guardia; porque íay, si uno de ellos se hubiera percatado de que les teníamos miedo! >>Cerré la puerta del Oratorio, hice que el teólogo Vola se pusiera al seguro en una habitación, reuní a los muchachos mayores, les entregué los fusiles de madera que servían para la gimnasia y los dividí en escuadras, con orden de que si los barrabases entraban en el patio, estuvieran prontos a una señal mía, para atacar por todas partes a la vez, y repartir garrotazos sin compasión. Mientras tanto, hice que los más pequeños, que lloraban de miedo, se escondieran en la iglesia y monté guardia en la puerta de entrada, por si cedía a los fuertes empujones con que intentaban derribarla. >>El portero de la casa del Oratorio y otras personas que se encontraban en la calle, al oír los planes voceados por los atrevidos de (**Es3.433**))
<Anterior: 3. 432><Siguiente: 3. 434>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com