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perseguían por los campos. Llegaron a las
cercanías de Turín medio muertos de hambre y de
cansancio. Como era todavía muy de día, se
escondieron tras los ribazos y quebradas para no
ser vistos y burlados y, al caer la noche,
entraron callandito y poco a poco en sus casas. El
Oratorio quedó cerrado, porque don Juan Cocchis
vivió en un lugar desconocido durante algún
tiempo; luego marchó a Roma, después de la entrada
de los franceses, para ponerse a disposición de
Propaganda Fide. Pero cambió de opinión y volvió a
Turín, donde el 13 de octubre, en compañía de los
teólogos Tasca y Bosio, proyectaba una casa de
beneficencia para artesanitos pobres y recogía a
los dos primeros en casa del portero de su
Oratorio en Vanchiglia, pagando él la pensión.
Este fue
el origen del gran Instituto de los Artigianelli
(Artesanitos), cuyo edificio se levantó después en
la avenida Palestro, por los incansables
colaboradores de don Juan Cocchis, los teólogos
Roberto Murialdo y José Berizzi. En tanto, él, que
no tenía con que pagar el alquiler y la
manutención de los jóvenes, cuyo número crecía,
debía industriarse como don Bosco, para su
alimentación y vestido. Esta preocupación, unida a
sus obligaciones en la ((**It3.560**))
parroquia de la Anunciación, acabó por impedirle
volver a abrir su Oratorio.
Estaba éste cerrado hacía varios meses, cuando
don Bosco y el teólogo Borel, conscientes de su
necesidad en aquella barriada, se entendieron con
el mismo don Juan Cocchis, le reemplazaron en el
local alquilado para tal fin, con la aprobación
pedida a monseñor Fransoni y obtenida por escrito,
volvióse a abrir dicho Oratorio, bajo el título
del Angel Custodio.
Consistía en un gran patio cercado, anexo a la
casa de los propietarios, con dos sotechados, uno
al norte y otro al poniente. Había una casita con
dos habitaciones sobrepuestas en el ángulo formado
por los dos sotechados y una sala grande,
levantada a continuación del sotechado de
poniente, hacia el sur, que don Bosco adaptó para
capilla, con un rinconcillo adosado que servía de
sacristía. El alquiler estipulado fue de
novecientas liras al año, y no es para dicho lo
que le tocó industriarse al buen siervo de Dios
para llevar a cabo la nueva empresa.
Con la ayuda del párroco de la Anunciación,
teólogo Luis Fantini, se celebró la reapertura el
24 de octubre, fiesta de San Rafael Arcángel; y,
dada la gran devoción que don Bosco tenía a los
Angeles Custodios, determinó que cada año se
celebrara dicha fiesta en Vanchiglia con gran
solemnidad. Se adoptó el mismo horario, método y
reglamento para las funciones sagradas, prácticas
de piedad,
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